En otro lugar del espacio-tiempo…
En su
celda, M era atravesado de terribles dolores, causados por la casi congelación
que había sufrido en la deteriorada nave. Nimis lo recogió de su prisión y lo
agregó al equipo que intentaría el viaje al otro universo, en el que estaban
también el ahora triste Fratedes y el ahora ensimismado Ayazx, además de otros
guerreros, prisioneros y ciudadanos.
—Debemos llevar su entrenamiento al máximo —les
dijo Nimis—. La posibilidad de fracaso es muy alta y no habrá recursos para
otro intento. No podrán descansar.
Nimis
hizo trabajar hasta la extenuación al equipo. El que sufría más los severos
procedimientos era M. Fratedes aceptó el castigo, como un modo de desahogar su
dolor por la pérdida de su erómenos, pero se agobiaba al ver los tormentos que
debía soportar M. Ayazx sólo trataba de desvanecer entre esfuerzo y esfuerzo
ese sentimiento nuevo para él, no había acabado con el ser que lo producía pero
hallaría un modo, su voluntad debía ser más poderosa que su sentimiento; nada
importaba más a Ayazx que dominar, nada fuera ni dentro de él, lo sojuzgaría.
Por eso deseaba matar a M, pero una odiosa ternura lo vencía al tenerlo cerca o
pensar en él.
Pero todos ahora presenciarían un horror que los
distraerían de sus preocupaciones.
En el viaje al otro universo, los guerreros
debían ser meta-dimensionalizados, pasarían de ser objeto de 4 dimensiones[1]
a uno de 5. Se des-colapsaría la función de onda de los millares de partículas
que componían sus cuerpos. Ya se había comprobado exitosamente en pequeños
objetos, la idea de L funcionaba bien en cosas inanimadas, ahora se probaría en
seres vivos.
Se
escogió a un prisionero de otra meta-corporación. Fue sujetado y a vista de
todos se inició el procedimiento: se seleccionó su antebrazo derecho para
meta-dimensionalizarse. Luego de una estridente y violenta radiación, el
prisionero quedo solo con un sangrante y chamuscado muñón. Lanzo un grito de
increíble horror más que de dolor físico. Su grito retumbaba y se repetía en
ese metálico y húmedo locus, pero no alcanzaba hallar compasión ni ayuda en
ningún lugar.
Luego
se analizó si se había logrado meta-dimensionalizar esa parte del cuerpo, pero
sólo amorfas formas multidimensionales y estallidos de exótica materia
aparecieron en los Mekhanes de fractales. Como desecho aparecieron en el
espacio alrededor del Mekhanes una especie de neblina hecha de millares de
amorfos brazos, deformes y pegados unos a otros. Nimis ordenó que se
prosiguiese con el resto del brazo, más gritos de horror y dolor, súplicas inútiles
de ayuda que poco a poco fueron demoliendo emocionalmente a los demás
conejillos de indias; después se enfocaron en las piernas hasta que sólo quedo
del prisionero la cabeza y el torso.
Entonces, la víctima fue descartada al sistema de desechos, en las que a
solas y entre la pestilencia, murió horas después.
Así
prosiguieron por días. Leves progresos técnicos se conseguían, se sacrificaron
de esta forma horrenda a todos los prisioneros de otras meta-corporaciones,
después de eso se empezó con los ciudadanos. Muertos todos estos, empezaron con
el contingente de guerreros, pero, aunque ya la técnica estaba medianamente
madura, aún era mortal.
Nimis
no despreciaba la vida de los tripulantes, sino que la ignoraba. Desconocía el
dolor así que sus procedimientos no consideraban reducirlos. Finalmente, M fue
escogido para la siguiente prueba, un intento de descolapsar la función de onda
de una cabeza y unirla a un cuerpo penta-dimensional artificial, Ayazx y
Fratedes no soportaron verlo y corrieron a impedir que lo sujetaran al
instrumental.
–Déjalo —gritó feroz Ayazx a Nimis casi dispuesto
a destruir de un golpe a la androide. Enloquecido.
–Sigan —dijo Nimis mecánica e indiferente—. No
detengan sus trabajos.
—¿No ve lo que causa? —dijo furioso como un león
Ayazx, sentía por primera vez compasión.
—Están aún lejos de su capacidad total y no hay
ningún tipo de daño que exceda el calculado —contestó Nimis—. Estoy llamando a
los guardias.
En eso
algunos guerreros dejaron su rol contra los amotinados, preparándose para la
lucha. Entraron otros guardias y se armó en pocos segundos un violento forcejeo,
en la que quedó enredada Nimis. Estos también reconocieron a sus compañeros y
no los redujeron a pesar de su armamento y mayor número. Así el control pasó a
ser por unos minutos de los prisioneros amotinados.
Ayazx dijo:
—Descolapsémosla nosotros.
Y
apoyo su grueso brazo derecho contra el cuello y cara de la androide, con el
otro retorció su brazo izquierdo varias veces hasta que se la arrancó, luego se
la arrojó con una increíble violencia a la cara. Ayazx jadeaba con deseos de
despedazarla.
Pero
Nimis no sintió ningún dolor y lo miró indiferente, sabía que en unas horas le
pondrían otra extremidad. Morir no le asustaba y no le haría tampoco ningún
mal, al no estar viva.
M, salvado, miró
agradecido a los tumultuosos guerreros, quiso abrazar a Ayazx, pero este lo
rechazo, repudiándolo repentinamente.
Fratedes miró con húmeda furia por su único y
viejo ojo a Nimis. Y dijo:
—No hay forma de hacerle daño… pero hay algo que
destruirá a esta cosa.
Fratedes la miró acorralándola y le dijo lleno de
odio.
—Le daré una información que le han negado todos.
Nimis gritó a los guardias para que eviten la
sublevación y reduzcan a los amotinados.
Pero Ayazx y M poniendo
sus colosales cuerpos delante de los guardias los hicieron desistir.
—Déjenlo hablar. Después seguiremos el trabajo
—dijo Ayazx tratando de anular todo emoción esclavizante por M.
Así Nimis quedó desarmada y a merced de Fratedes
unos minutos.
—Escuche y escuchen todos —dijo Fratedes
jadeando—. Sé que puede entender y quizás mejor que nosotros. Por eso no se
salvará de la verdad.
Todos escucharon del viejo guerrero la vieja
parábola de los ciegos que muchos ya conocían:
“En un mundo vivían unos hombres ciegos,
todos nacían y morían invidentes. Un día nació un hombre que podía ver.
Inicialmente no parecía distinto a los demás, pero con el tiempo empezó a decir
y a hacer cosas raras. Primero actuaba con más torpeza, y todos lo creyeron
minusválido y lo apoyaron, pero luego ese hombre empezó a hablar de colores, de
formas, insistía y nadie lo entendía. Lo creyeron loco y aún lo apoyaron. Con
el tiempo su minusvalía fue convirtiéndose en una ventaja, el hombre que podía
ver era capaz de cosas imposibles. Lo creyeron un mago, pero poco a poco los
ciudadanos entendieron que había en él algo que ellos no tenían y nunca
tendrían. Descubrieron que ellos eran los minusválidos. Y que existía un
universo de colores y formas ajeno a ellos. Un universo de verdad del que ellos
estaban al margen. Entendieron que existía la experiencia de la vista, imposible
para ellos. Que ellos eran como un tronco insensible. Entonces entre todos lo
sujetaron y le sacaron los ojos, convirtiéndolo en uno de ellos”.
—Ud. es como esos ciegos. Está en un mundo donde
todos somos conscientes. Donde todos estamos vivos. Pero no tú.
Nimis quedó inmóvil. Unos segundos después de
escuchar halló por primera vez la repuesta correcta a sus preguntas, supo
también lo que los demás tenían y ella no. Sus circuitos se sobresaturaron de
cálculos y colapsaron. Después supo que no sabía qué era realmente sentir el
mundo.
Nimis
trastornada dejó el recinto confusa, movió su inconsciente inteligencia por
entre las consciencias de los amotinados, dejando por primera vez sus
obligaciones.
Los amotinados no sospechaban que ellos también
eran ciegos.
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