En otro lugar
del espacio-tiempo…
—Hemos sobrevivido de
nuevo —dijo cansado Herakón, que era asistido por Ahelios, Nimis y Ayazx en su
conversación con los líderes de la meta-corporación, los Zombis Hekantokeinos sobrevivientes—,
deben reconstruir el Mekhanes —dijeron los Zombis Hekantokeinos, esos hombres
sin alma y dueños últimos de la meta-corporación—, enviaremos toda la energía
que necesiten para la reconstrucción del Mekhanes meta-dimensional.
—Es imposible, ahora sólo está en las 4
dimensiones del ser —dijo Herakón—, no hay energía para repararlo, dejemos
piadosamente morir a la humanidad.
—Sobre esa base y usando la técnica fractal que
ideó el técnico L empiecen a reconstruir las partes penta-dimensionales y
después las demás —dijo uno de los Hekantokeinos.
Herakón entendió que los
Zombis Hekantokeinos ya habían adivinado que todas las teorías que él había
presentado como suyas eran en realidad de otro, ahora todos sabían que aquel lo
había superado. Dado que Herakón estaba hecho solo de razón, era casi incapaz
de mentir y de contradecirse así que una oscura confusión lo aturdió.
—Ya estará muerto —dijo Herakón.
—No lo está, lo único importante es ahora el
experimento —anotó otro—, ahora usaremos directamente al nuevo Thaumasios.
Herakón los dejó
melancólico y ordenó a los técnicos los pormenores del trabajo.
—¿Cómo hacer un objeto meta-dimensional?
—preguntó irónico Ayazx como siempre irascible e impaciente a Ahelios.
Éste le respondió:
—Según la doctrina del thecnetokomicón de L, una
fábrica de fractales reales puede tomar un objeto temporal y hacerlo más y más
denso hasta lograr su penta-dimencionalidad.
—Esas son teorías verdaderamente estúpidas —dijo
bruscamente Ayazx sobándose la cabeza con una inminencia de desesperación— y
tenemos que obedecer a estos frustrados.
Ahelios vio su mirada
dominante y agresiva escudriñándolo con desprecio, pero siguió su explicación.
—El
tiempo va saturándose más y más y se va formando un objeto de cinco
dimensiones. Así se pasa por medio de los fractales a una dimensión superior.
—A qué idioteces dedican sus vidas —dijo inquieto
y fastidiado el monumental secretario y rozó sus voluptuosas formas intentando
provocar eróticamente a Ahelios— pero se supone que le tenemos que obedecer. Aún.
—Las partes del Mekhanes se volverán a construir
—dijo Ahelios, insensible y a salvo de la terrible belleza de Ayazx.
Ahelios interrumpió a Herakón:
—Herakón, debemos reorganizar de nuevo la
estructura social de la meta-corporación, pero la energía disponible es 1,7 %
de la que teníamos antes de la última guerra.
—Hay una salida, debemos prescindir lo más pronto
posible de la vida orgánica —dijo Herakón—, los seres vivos no importan tanto
como la misma vida, sólo habrán personas hasta que completemos los planes.
Después sólo la molécula germinal en sí misma existirá, siempre ha sido ella la
que importa y la que sobrevive —agregó asqueado de la lógica de lo viviente —.
Debe terminar ahora mismo el suministro de energía a los mundos que no sirvan a
nuestro plan. Y usaremos a sus poblaciones como fuente de anti-entropía.
Ahelios
lo miró aterrado, esa decisión significa la muerte en la oscuridad y el hambre
de billones de personas. Cientos de civilizaciones serían ahora combustible
para una máquina. Una máquina al servicio de una insensible molécula inerte.
—¿La multiplicación de la molécula germinal es
todo lo que es la vida? —preguntó Ahelios.
—Sí —dijo Herakón tenebrosamente—, sólo eso. Una
reacción en cadena fisicoquímica. Eso eres tú y eso trato de no ser yo.
Ayazx,
quedó fascinado del poder de Herakón y lo admiró, no le abochornaba admitir que
era superior a él y que le gustaría ser como él.
Luego,
rodeado de ese público sobrecogido, Herakón dijo:
—¡Destruir el mundo! Si es posible acabar con
cualquier posibilidad de que la vida humana vuelva a existir o a nacer en el
nuevo mundo que construiremos ¡Dejaremos un universo donde la misma vida sea
imposible por una eternidad!
Ahelios pensó para sí:
Los Hekantokeinos envidian a los seres vivos por tener vida subjetiva, porque
ellos no la tienen. Incluso debe envidiar al primitivo Ayazx. Pero… ¿Por qué
Herakón odia la vida? ¿Por qué planea desaparecer al amor? Luego, servilmente,
supervisó la llegada de las naves y de los técnicos sobrevivientes. Curarían a
los que se pudieran aún salvar. Una de las naves recapturadas era la de M y L,
que ya consientes fueron forzados a separarse y a volver pronto a sus funciones
para la meta-corporación. Él mismo se vio obligado a mandar aprisionar a M para
el viaje experimental y lejos de él, también a L que recibió encerrado y atado,
las órdenes de prepararse para convertirse en Thaumasios. Ningún vínculo
emocional debía tener con nada ni nadie desde ese día. Mientras vio la dramática
separación, decidida por Herakón y ejecutada por él, notó que M y L habían
nacido inútilmente uno para el otro, tan inútil e impotentemente como él había
nacido para nadie. Acaso hubiese sido mejor que murieran en aquella nave. Su
enfermedad atávica aún lo atacaba inmisericorde, sumándose a su contrición y
culpa, luego pensó en el anhelo que aún había en su propio corazón.
Caminó por los
corredores, siempre seguido del gigantesco y volátil Ayazx y sintió que lo
mordía la necesidad nunca satisfecha de hallar eso que lo completaría y que
tenían M y L. Imaginó ese otro linaje humano desaparecido del que habló
Herakón, extinto para siempre. ¿Cómo era
eso que los cosmo-paleontólogos llamaban “mujeres”? Melancólico y sin
esperanzas se dejó inundar por ese amor eternamente frustrado. Y pensó que sólo
existir no bastaba. La consciencia solo es mejor que la inconciencia si se
experimenta placer o felicidad. O si tenemos esperanza. Carecer de esperanza
era peor que no ser. Cuando esperamos algo bello deseamos que el tiempo corra
hasta que ocurra, prueba de que el tiempo sin placer no vale. Y todo el tiempo
de su vida había sido así de vacío. Y también lo sería su futuro.
Ahelios ahora sabía que él había pasado su vida deseando y esperando lo
que no lo aguardaba en ningún lugar. Antes había pensado que a través de M y L
podría proyectarse y satisfacer sus propios anhelos. Pero éstos también habían
fracasado.
Esas ideas iban descomponiendo la fisonomía
atormentada de Ahelios. Ayazx lo miró y le comentó acercándose a su oído:
—Ahelios… No sabe lo triste que me parece su
vida.
Luego
emitió una risa baja y casi callada, de íntima felicidad inmisericorde. Ahelios
lo escuchó sumergido en su amor vacío, incrédulo de la perfecta insensibilidad
y violencia del gigante.
Al
llegar a su locus pensó tristemente en las ideas de Herakón. Él no pudo gozar
la vida, ni pudo gozarla en la de su pupilo.
Le dio
ciertas instrucciones a su androide–qualia para que lo asista en los protocolos
del self-thanatos, uno de los pocos derechos permitidos por la meta-corporación
a los ciudadanos.
Siguiendo los lineamientos del Thecnetokomicón, el androide-qualia
preparó los procedimientos químicos. Ahelios se postró en su lecho. Con calma
lo había estado considerando los días anteriores y ya no tenía más dudas.
Sustancias letales entraron en su sangre y el aire que rodeaba su locus
se modificaba ayudándolo a morir.
Entre los mobiliarios metálicos y ordenados de su
locus murió Ahelios por su propia voluntad.
Ahelios,
segundos antes de suspirar por última vez, pensó en lo triste de haber vivido
deseando algo inalcanzable, consideró injusto haber recibido la vida que había
vivido.
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