Muy, muy lejos de ahí…
El
viaje fuera del universo estaba punto de empezar y también el diseño de Ahelios
para acabar con la enfermedad atávica de M y L, lo diseñó, aunque simpatizaba
con aquellos que habían logrado tener lo que él no podría.
Se reunió con Herakón y
los androides-qualia.
—Encontré los genes responsables de iniciar la
bioquímica del amor en las cartografías genéticas —dijo Ahelios—. Mi plan es
insertar sondas anti-sentido[1]
en los técnicos para bloquear su funcionamiento. En unas semanas el
estado fisiológico de los eromenois M y L volverá al estado normal —dijo
Ahelios apesadumbrado de dañar así a su pupilo.
—Eso no será un estado irreversible —dijo Herakón
decepcionado—, además, deseo que se eliminen esos genes del todo de la molécula
germinal de una vez por todas. ¡En todo el personal de la estación y por las
siguientes generaciones!
—Pero ya no habrá otras generaciones…Además he
hallado que esos genes sirven para otras funciones —dijo Ahelios sorprendido—,
se desestabilizarían numerosos sistemas fisiológicos importantes.
—Nada que no se pueda resolver insertando más
genes artificiales en el cromosoma Y que cubran esas funciones —dijo Herakón.
—Diseñarlo tomaría meses, además habrá que
calcular las infinitas consecuencias de esos genes artificiales —contestó
abrumado Ahelios.
—Yo ya lo hice antes de que Ud. viniera, suponía
que no podría hacerlo. El programa completo está ya en estos dos
androides-qualia, (estos dos ejemplares eran toscos y de pobre metal, sin
embargo, esos pobres mecanismos de aspecto envejecido estaban conscientes).
Ahelios quedó aún más
sorprendido. Era obvio que Herakón odiaba el amor, su inteligencia había soñado
largamente con desaparecerla desde hacía mucho tiempo. Y en realidad no era la
primera vez que Herakón luchaba a muerte con el amor, y en el pasado había sido
derrotado por este.
—¿En qué basa su técnica? —dijo Ahelios.
—En la complementariedad genética, los eromenois
no se enamoran al azar, sino que están destinados a amarse por su mutua
complementariedad genética. La composición de la molécula germinal de un
erastés es afín y complementaria al de su erómenos, lo que le falta a uno lo
tiene el otro, lo que le sobra a éste, le falta a aquél. Unidas sus moléculas
germinales alcanzan más perfección y equilibrio, por eso surge la enfermedad
atávica entre ellos, el amor no es más que deseo de perfección de la molécula
germinal. Esos genes del amor que Ud. identificó obedecen a otro sistema
genético más profundo. Uno que se encarga de identificar en las moléculas
germinales de los demás esa complementariedad. Suprimiendo esos genes,
suprimiremos el amor por fin —dijo satisfecho y orgulloso Herakón.
—¿Quiere Ud. decir que nuestra composición
genética determina necesariamente a la persona de la que nos enamoraremos?
—preguntó asombrado y reverente Ahelios.
—Exactamente, desde el nacimiento —respondió
sumergido en la noche de su ceguera Herakón.
—Es decir —dijo Ahelios entendiéndolo— desde que
se forma la molécula germinal en los úteros artificiales ya sabe la
meta-corporación qué eromenois serán compatibles y se enamorarán.
Entonces…—agrego asombrado—. ¿Si clonásemos a estos dos eromenois,
necesariamente estos se volverían a enamorar uno del otro?
Herakón calló unos
minutos y después respondió:
—Si…pero amar, tener hambre, seguir nuestros
instintos y deseos no es ser un ser humano, es sólo ser un animal. Ser esclavo
de lo orgánico. Los seres así sólo son tripas que hablan. Ser un ser humano es
ser capaz de ser libre la naturaleza, de hacer algo artificial, sólo lo
contra-natura nos hace hombres. El amor es una determinación biológica, un
atavismo del que debemos ser libres los Homo sapiens thecnecies. Debemos ser
más que simples seres vivos.
Ahelios entendió entonces
por qué y cómo M había sido escogido para la misión. Antes de que L o M lo
supieran, Herakón ya había adivinado el amor que necesariamente nacería entre
los dos. Su venganza contra L, por proponer una salvación a la vida, era
hacerlo responsable de la muerte del que amaba. Ahelios se aterró al ver el
poder de la inteligencia del oscuro Thaumasios.
—Si eso es cierto —dijo Ahelios también fascinado
por la lucidez de Herakón— entonces ¿Por qué algunas personas como yo tenemos
esa rara forma de la enfermedad atávica? ¿Por qué nos sentimos enamorados y
nunca encontramos esa molécula germinal de la que somos complementarios? ¿Dónde
está lo que anhelamos? ... Quizás… Si esto es cierto, ¿Yo podría encontrar por
este medio a la persona de la que estoy enamorado y que aún no conozco? ¿Ud. me
guiaría y ayudaría a encontrarla? —agregó lleno de esperanza y fe Ahelios.
—No la busque, porque esa molécula germinal que
busca existió alguna vez, pero ya no —respondió indiferente Herakón a Ahelios—.
Usted posee una molécula germinal afín a un tipo de molécula germinal extinto.
En la prehistoria de nuestra humanidad, en los Homo sapiens sapiens, especie de
la que evolucionamos, existían dos tipos de humanos en simbiosis con
diferencias genéticas entre ellos. Uno de esos dos linajes parasitaba al otro y
fue desterrado, desapareció y no existirá nunca más. Sus sentimientos están
dirigidos a ese linaje inexistente.
—¿Y
la meta-corporación permite que nazcan personas con necesidad de algo que nunca
tendrán? —pregunto Ahelios dolido.
—No los hacemos nacer para ser felices ni para
ser perfectos, sólo suficientes. La meta-corporación es perfecta, pero sus
esclavos no tienen que serlo —respondió Herakón—. Su perpetua incompletitud les
permite entregarse al servicio de la meta-corporación más íntegramente que el
resto. Además, esa enfermedad suya acabara ahora. Empezaremos la eliminación de
esos genes en este momento, en los técnicos M y L y en todos los demás. A
través de estos NIGAs los distribuiremos y tendremos terminado el trabajo.
Estas plantas productoras tendrán el número suficiente en unas horas. —Señaló
unas máquinas sintetizadoras—. Empiece a trabajar con los androides–qualia.
Ahelios se quedó callado
pensando en ese sentimiento que lo había acompañado toda su vida y que ahora
saldría de él. Así, callado, empezó a trabajar en los NIGAs. De repente
interrumpió dolido a Herakón:
—Herakón, Ud. y los Thaumasios Hekantokeinos de
la meta-corporación son asombrosamente cognitivos, pero se me ocurre que hay
algo más cognitivo aún que el mismo conocimiento.
—El conocimiento es la proximidad máxima al ser
—contestó brusco Herakón—. Al conocer, los hombres tomamos contacto con el
mundo. Sólo estamos lúcidos los que conocemos perfectamente cómo es. Los
ignorantes nacen, viven y mueren dormidos, sólo se diferencian de los animales
en que hablan ¡Y detrás de sus palabras no hay razones sino sólo reflejos! A la
perfección dirige la meta-corporación al ser humano. Nos alejamos del ser
primitivo que fueron nuestros ancestros. Deje de una vez el amor en el pasado.
Que no quede recuerdo de que una vez enfermó y esclavizó a la humanidad.
—Creo —dijo humilde Ahelios— que el amor es más
cognitivo que el mismo conocimiento.
—¿Por qué? —dijo Herakón.
—En el conocimiento —respondió contrito Ahelios—,
una consciencia es consciente de una cosa. En el amor dos eromenois se conocen
mutuamente. Es decir, una consciencia es consciente de otra consciencia. Y aún
más, en el conocimiento la conciencia se acerca al mundo, pero nunca se une con
él. En el amor la conciencia se acerca a otra y es una con ella. Aunque yo
nunca pueda unirme con la que me corresponde, el amor debe ser más cognitivo
que el conocimiento (amor est magis congnitibus cuant cognitio). Creo que no deseo perder
mi enfermedad atávica a pesar de todo —dijo melancólico Ahelios.
Herakón calló e iba responder, pero algo
sorprendente pasó. Un estruendoso ruido se escuchó a lo lejos. Lo siguió un
temblor en las instalaciones dejando a todos atónitos.
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