En otro lugar del espacio-tiempo…
Otro día
más del secuestro, caminamos ya muy despacio pues era muy tarde. Yo recordaba
la figura lastimera del C-Haelius y me dolía su final.
¿El
Thecnetos había determinado su desaparición y el Emisario lo había ejecutado?
¿O había sido una decisión sólo de éste? ¿Había para mí un momento ya determinado
así por esa inteligencia invisible, a dónde me llevaba el Emisario realmente?
El
Emisario durmió, enterrando así sus nuevas emociones y yo cerca de él, dormí
lleno de aprehensión.
Al cabo estaba soñando. Una rara conversación me aguardaba
en ese sueño.
Dentro
de mi cabeza, en un lugar tan nítido como la realidad, una fría mano me tomó el
hombro. Al voltear vi a C-Haelius mirando con atención a su asesino.
Le dije:
—Buscas vengarte. ¿Será mi
asesino también?
—Sí… pronto
debe cumplir su deber. Pero yo no deseo vengarme, él no es culpable de nada, me
hizo incapaz de sufrir —dijo.
—Él te mató —contesté— y
tú eras inocente.
—Piensa —agregó frío—,
sólo es malo aquello que causa dolor. Por eso el Emisario no tiene culpa.
—Pero tú, ¿no deseabas
vivir? —contesté —. ¿No es malo que deseando vivir se muera?
—No —respondió—, cada
segundo que deseaba vivir, vivía. Cuando no vivía, no deseaba nada. Se cumplió
mi deseo de vivir hasta el último segundo.
—Dices que sólo es malo
provocar dolor —contesté— y que tú no puedes sentirlo ahora. Quizás el Emisario
siente dolor por lo que hizo.
—Sólo si él lo considera
malo. Pero él no lo considera así. Nadie sufre —contestó.
Me sentí confundido y
triste.
—¿Estás triste por mí?
—preguntó.
—Sí, hay un dolor en tu
desaparición: el mío —contesté.
—Es un dolor
injustificado —dijo—. Es un dolor por un mal que nadie siente, un sentimiento
absurdo.
Luego me miró sintiendo
pena por mí y me preguntó: “¿Por qué creías que el muerto era yo?”
Asombrado, vi que se
aproximó al Emisario y recostándose a su lado buscó el sueño abrazándolo.
Vislumbré la intimidad de los dos que había creído erradamente mía y una
dolorosa desesperación se empezó a encender en mí, mientras se desvanecía mi
mente.
En el mismo instante en que desaparecía el último
sentido de mí mismo, desperté.
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