lunes, 4 de abril de 2022

58 N: CÓMO REPRODUCIRSE SIN MUJERES 2

 


En otro lugar del espacio- tiempo…

      La frustración golpeó a L. ¿Acaso era mejor así?, era lógico lo que decía Herakón, lo que decía el mismo antes de que dejase de ser él por culpa de M. Quizás M era el vector de un síndrome, por eso llamaban enfermedad atávica al amor, pues nos regresaba a las pulsiones que dominaban a aquella especie de la que habíamos evolucionado, nos reducía a ser meros Homo sapiens sapiens, paradójico nombre que se habían dado a sí mismos los bestiales antepasados de los humanos actuales.  Pero una idea como una esperanza surgió en algún lado de su inconsciencia frenética. 

—Inactive el antagonista de IgF2, ¡elimine ese gene del todo! —ordenó ansioso.

Automáticamente el otro gen H19 se activó. Lo habían logrado al 100%.

—Están logrados los trans-óvulos (óvulos generados de espermatozoides).

—Bien– respondió el computador—, iniciaremos la fecundación empezando por la pareja de espermatozoides más idónea.

En la pantalla se vio flotar un óvulo artificial vacío. Era un linfocito sanguíneo de L modificado bioquímicamente hasta tener el tamaño y las características químicas de un óvulo.

La belleza de esa célula se podía ver con todo detalle en el espacio del laboratorio y desde todos los ángulos. Era como un etéreo planeta girando en el sutil Aether.

     Movido por un fórceps invisible y microscópico, un espermatozoide de L fue insertado dentro de este óvulo artificial. Se había realizado el cambio meta-epigenético en el segundo espermatozoide de M convirtiéndolo en óvulo con éxito y fue introducido. Los dos dentro parecían dos cometas disolviéndose en un sol. Una pequeña cánula inyectó una cantidad de sustancias químicas en el óvulo artificial, que dispararon las reacciones químicas de la fecundación.

     Los dos espermatozoides empezaron a disolverse y a liberar sus cromosomas. M y L podían ver los 23 cromosomas que salían de cada uno de sus respectivos espermatozoides, uniéndose, uno a uno, con su par correspondiente, juntándolos de por vida en un mismo ser. Lo que había pasado con los sentimientos del Erastés y de su erómenos, pasaba ahora con sus dos moléculas germinales. Con su ser más íntimo. De este modo, el genoma normal de 46 cromosomas se formó. Dado que provenía de dos hombres, este especial cigoto recibía el nombre de androgenote. El producto era 46 XY viable. La operación se repitió para el segundo par de espermatozoides; esta vez se formó un cigoto que era 46 YY, una combinación no viable y que la máquina inmediatamente descartó.

En la siguiente combinación se formó un cigoto 46 XX viable, pero de otra especie. No era un humano al no tener los mismos cromosomas que los hombres (46XY), ni moderno al no contener genes artificiales propios del Homo sapiens thecnecies, solo los primitivos de una antigua y desaparecida raza que vivió en simbiosis-parasitismo con la humanidad primordial. Un errado linaje al que la enfermedad atávica del desparecido Ahelios inútilmente se inclinaba. La máquina automáticamente lo eliminó[1].

Después de unas horas, el resultado final arrojó siete embriones viables, 46 XY permitidos por la meta-corporación.

—Congelamos todos los embriones menos uno —dijo la androide Nimis—. El desarrollo de éste ya empezó en un útero artificial del centro.

M y L miraron la aparente inmovilidad de ese embrión en la pantalla 3D.

En unas semanas se encendería la vida consciente en él.

Hijo de las dos consciencias de esos dos eromenois, juntos esa noche, por última vez.



[1]  46XX Es el genoma de las actuales mujeres.

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