En otro lugar del
espacio-tiempo…
Esa madrugada en que M y L se juntaron, Nimis entendió. Primero se había extraviado por entre las construcciones donde dormían los guerreros con sus eromenois y sus vástagos. Deambuló sin rumbo desorientada.
Vio
casualmente a M y a L salir en esa alta madrugada por las construcciones
silenciosas y prestó atención. Debía delatarlos, pero luego pensó que L le
sería útil para conseguir lo que ahora deseaba tener.
Después de unas horas todo se recompuso en ella,
recobró su homeostasia mecánica, su eficiente armonía funcional. Tenía un plan,
sabía qué hacer y de hecho estaba en el lugar más apropiado para empezar.
A
pocos locus del de M, estaba el de Fratedes, que dormía enredado cariñosamente
a los pequeños cuerpos de sus numerosos hijos, recuerdos y huella viva de su
erómenos muerto. El rostro de Fratedes maduro y viril soñaba con el rostro
siempre desbordante de afecto de su erómenos desaparecido. Su cuerpo como el de
un viejo león soñaba con el cuerpo fresco y fuerte del bello Wille. Y un
afligido roncar revelaba que en su sueño sufría por su erómenos. Las dormidas
caritas de sus hijos parecían jugar con las diferentes combinaciones de los
rasgos de los dos hombres. Todos esos ojos cerrados eran ciegos ahora a la
figura sin alma ni yo que había entrado silenciosamente a su locus de descanso.
Nimis había paralizado digitalmente los mecanismos que cuidaban el locus, fijó
electrónicamente las puertas impidiendo el escape, luego logró, engatusando con
perplejidades a la computadora del locus, que el oxígeno se fuese suprimiendo
lentamente y el gas mortal para la self-thanatos envenenó poco a poco el aire y
los pulmones de Fratedes y sus hijos. Era cierto, incluso esos niños tenían
algo que ella no tendría nunca Nimis, pero no por mucho tiempo. Nimis se
encerró en un gabinete desde donde vio todo. Quería ver eso que ella no tenía
en el momento en que desaparecía y así iniciar su investigación. Cuando la
asfixia despertó al guerrero y a su prole sólo quedaba un minuto de lucha
contra la asfixia y las puertas selladas.
Corrieron sin aire en los
pulmones y con ese vacío dentro golpearon la invencible puerta. Con los brazos
sangrantes y las carnes envenenadas cayó el cuerpo pesado y grande de Fratedes.
El último niño murió abriendo la boca con desesperación tratando de sacar de la
nada, aliento. Así asesinó Nimis al que le enseñó que ella estaba muerta. Ahora
Fratedes y ella eran iguales. Pero aún faltaba un detalle en su plan. Debía
buscar al único Thaumasios capaz de construir eso para ella.
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