En otro lugar del espacio-tiempo…
Después del asesinato de Fratedes, Nimis siguió la huella a M y L. Sabía que el nuevo Thaumasios era el único ser humano con la capacidad de construirle aquello.
—¿En dónde lo haremos? —dijo
M a su erastés—. Las máquinas rechazarán nuestra solicitud. Solo la
meta-corporación conoce los secretos protocolos de la androgénesis para hacer
nuevos hombres.
—Hay un viejo centro de
androgénesis cerca de la plataforma, como todos es completamente automático,
pero creo que podría ser manipulado manualmente.
Una voz tras de ellos, suave y que infundía
calma, habló.
—Déjenme servirles, yo
seré su contacto informático con el computador del centro, puedo engañarlo
—dijo Nimis—, de lo contrario les denegará el acceso —dijo Nimis dispuesta a
impedirlo ella misma de ser rechazada—. Pero los procesos biológicos son un
algoritmo automático y secreto, la máquina no lo hará, nadie puede hacerlo
manualmente. Será cosa suya.
M la miró furioso.
—Creo entender cómo
debería hacerse —dijo L que deseaba concebir junto a M. Estaba deseando una de
las cosas que más había despreciado de la vida. Estaba subordinado ahora a la
misma misión de las bacterias y del moho del suelo. L era un animal primitivo y
lo más luminoso en él, se subordinaba ahora a ese deseo primario. Frenó a M y
transaron con la máquina. Cuando solo hay malos en el mundo, hay que convivir
con ellos o morir. Pero más que nunca ellos querían vivir, les fue imposible
rehusarse.
—A cambio —dijo Nimis—.
Ud. me construirá algo.
—Lo haré —dijo L. sea lo
que sea.
Entonces L y M se
encaminaron al centro de androgénesis. Llevaban unas minúsculas cápsulas,
portando una muestra germinal de cada uno.
Ya en el centro Nimis se
conectó al computador. Manipulándolo logro suspender sus mecanismos de
protección. Una voz sintética les habló:
—Asistirán al proceso,
que durará algunas horas, bienvenidos —dijo la engañada computadora del centro
de reproducción—. Androide Nimis, entregue las muestras de espermatozoides.
La
androide Nimis entregó las muestras y se sentó cerca de M y L, los tres frente
a las pantallas y equipos de comunicación del computador. Al centro había un
cubo que era la pantalla tridimensional del microscopio donde verían todo el
procedimiento.
La meta-corporación al
eliminar al otro género había convertido a la población en estériles hormigas
obreras y tenía el control de la fertilización artificial que solo ocurría
entre hombres. De ahí su poder absoluto al ser dueños de la reproducción, antes
un linaje parásito había poseído este poder, pero la antigua metacorporación lo
destruyo y obtuvo para sí, el monopolio de la vida.
—Logré que las máquinas
lo obedezcan en todo, no impedirán nada, pero tampoco harán nada por sí mismas,
ahora Ud. debe conducir el proceso manualmente, el proceso automatizado se
rehúsa a operar —dijo Nimis a L—, básicamente debe convertir uno de los
espermatozoides en un óvulo.
—L titubeó. No sabía cómo
hacerlo, pero tenía que haber un modo lógico y necesario, alguien en el pasado
lo había inventado para que la meta-corporación fuera dueña de la vida de los
hombres. En unos minutos creyó inferir la técnica y habló. Un sonido anunció el
inicio del largo proceso de androgénesis.
—Examine los gametos.
—En la muestra del
cliente L hay 34 000 000 espermatozoides viables —dijo el computador
obedeciendo—, se inició el screening genético de cada uno de ellos.
En la pantalla 3D se veía
cómo cada espermatozoide era separado microscópicamente por micro-fórceps
químicos. Se veía también la secuencia genética completa de cada espermatozoide
y su perfil de idoneidad.
—Evalúen también genes defectuosos; también la epi-genética
cada gen y su potencial aporte al fenotipo del embrión —ordenó L[1]
—La valoración de los
cromosomas Y, dado el nivel de genes artificiales que contiene, ya está en
nuestra base de datos —agregó el computador—, y no contienen, por su naturaleza
artificial, ningún gen defectuoso[2].
En este momento eliminamos los espermatozoides que cargan genes defectuosos.
Este simple proceso
llevado a cabo durante milenios por la selección natural, ocurría ahora
pacíficamente en el laboratorio en unos breves segundos. Una pacífica y eficaz
eugenesia. Esta técnica había llevado a la raza humana a su más alto extremos
de idoneidad y perfección, además había reducido el tamaño de los cromosomas
humanos al eliminar generación tras generación todos los genes basura que no
poseían información útil, resultando ahora el cromosoma Y el más grande del
genoma humano[3].
—Bueno —dijo la androide Nimis— ya
descartamos el 99% de los espermatozoides.
—Ahora —dijo L— hagan la
selección de pares compatibles.
Las máquinas comparaban las
posibles combinaciones de los espermatozoides de cada uno, tomaban el primero
de los miles de L y predecían cómo sería su combinación con cada uno de los
demás espermatozoides de la muestra de M. El número de cálculos necesarios era inmenso. Trillones
de personas distintas podrían ser formadas a partir de los miles de
espermatozoides a la mano y ahora se elegirían cuáles de ellas merecerían
nacer. El número de embriones distintos era en teoría superior al de átomos
existentes en una galaxia. En el cálculo, cada gen posee un coeficiente. Éste
se modificaba según el entorno genómico con el que se combinase. El número de
combinaciones por calcular tomó horas al poderosísimo computador.
—Ya lo tenemos —dijo la
androide Nimis—. ¿Cuántos óvulos
artificiales vacíos fabricarán?
—10 —dijo el computador.
En el
laboratorio de androgénesis se fabricaban óvulos-recipiente a partir de células
tomadas de muestras de sangre de los clientes. Primero se daba el tamaño y las
características bioquímicas de un óvulo y después se eliminaba con radiaciones
la información genética, de modo que se fabricaban óvulos vacíos. Pero el
material genético para rellenar esos óvulos vacíos provendría de los 2 padres.
—Tenemos ahora solo
espermatozoides y óvulos vacíos. ¿Cómo la máquina hará eso llamado óvulos?
—preguntó M.
—No hay diferencias
genéticas entre espermatozoides y óvulos, son idénticos gen por gen, óvulos y
espermatozoides tienen la mitad de los cromosomas, al juntar esas mitades se
completa el genoma para hacer una persona
—Entonces basta juntar un
espermatozoide de M y otro suyo en un óvulo vacío —propuso Nimis.
—No basta, dijo L, son
genéticamente iguales, pero epi-genéticamente distintos[4].
L se concentró en pensar.
Una miríada de datos se agolpaba en su cabeza, desorganizados y confusos.
Finalmente dijo desde una afiebrada intuición:
—¿Qué genes se expresan
en la región 13?4 del brazo largo del cromosoma 19?
L
recordó un extraño suceso bibliográfico en el que un grupo de hermanos
producían eso que la meta-corporación llamaba óvulos, en vez de
espermatozoides. A pesar de su perfección anatómica, estos espermatozoos
cargaban núcleos de óvulos. Todos habían
mutado la región 13.4 en el brazo largo del cromosoma 19. Esa era la llave maestra que diferenciaba
óvulos de espermatozoides. Esto hizo pensar a L a que acaso nuestra especie
había en su pasado primitivo tenido una simbiosis con esa otra forma de vida,
de la que los óvulos artificiales eran un fósil misterioso.
—En la pantalla
aparecieron decenas de genes. L los examinó. Por fin identificó uno que
producía un ARN. Ese debía ser.
—Neutralícelo con una
sonda complementaria. Use una sonda asociada a las enzimas Dnmt2a y neutralice
las enzimas Dnmt3b. Asombrosamente había acertado. Una serie de reacciones
bioquímicas en cascada empezaron a convertir epigenéticamente esos
espermatozoides en óvulos. A excepción de dos genes: Igf2 y H19. Atormentado L
observó atónito que los espermatozoides eran 99,998% óvulos. Pero sin esos dos
genes no podrían concebir. La inmovilidad de toda la ciudad lo rodeaba.
Millones de seres se
habían reproducido antes y alrededor de él, solo a ellos les estaba negado.
M y L sintieron el
profundo y absoluto poder de la meta-corporación y de la vida sobre ellos.
[1] Epi-genética:
estudio de todos los factores no genéticos que se heredan.
[2] El cromosoma Y, existe solo en los hombres.
[3] En el momento
presente el genoma basura o ADN parasito representa e 98% del ADN humano.
[4] En los años 80
se mezclaron experimentalmente en un óvulo vacío los núcleos de dos espermatozoides,
resultando en el desarrollo inicial de un embrión, que finalmente fue ahogado e
invadido por una desmesurada placenta, que terminaba matando al concepto. Así
se descubrió la epigenética.
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