En otro lugar del espacio-tiempo…
“¿Qué
motivó que estas ruinas crecieran así en la noche? Eran como un bosque
artificial que en su intento por huir de la tierra y alcanzar el cielo, se
hubiesen petrificado y muerto.”
Me
acurruqué contra el Emisario en el frío, intentando también dormir, pero me
quedé en pensamientos como éste:
El Emisario parece haber
sido arrancado de algo muy importante, desarraigado de algo no olvidado. ¿En
qué momento la inteligencia del Thecnetos lo ha esclavizado?, ¿de qué otro
mundo proviene? ¡Quizás éste no sea el último planeta ni ésta la última
humanidad! ¿Su mundo se había perdido para siempre o existía inalcanzable para
él? Yo a su lado era todo lo contrario: un ser que no dejó nada pues nada tuvo,
ni buscaba nada, pues para buscar hay que tener una idea de lo que se busca y
yo no sabía casi nada. ¿Qué pensará el Emisario de mí? ¿Qué sentirá al verme
dormir como cuando yo ahora lo miro a él?
Formas
diferentes a estos desiertos y edificios aparecerían frente a ese yo interior
de su sueño. Yo podía acercarme íntimamente a su corpulencia dormida, podía
escuchar su aliento frío y ronco y sincronizarlo con el mío. Pero, ¿cómo podría
llegar a la inexpugnable intimidad de su pensamiento? Yo era como un
hombrecillo frente a una impenetrable muralla que encierra una gran ciudad. Yo
pegaba mi oído a su cuerpo al dormir con la vana esperanza de que esto me
ayudase a comprender sus adentros, y como si él fuese una indiferente montaña,
yo me acurrucaba a él para dormir en sus laderas.
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