En un punto muy remoto de
ahí…
Cansancio de esa tarde en que descubrí que el Thecnetos había decidido
olvidarme. Legaba mi fin. Andar y andar y no sé si al final mis pasos trazan
una búsqueda o una huida. El resultado siempre es el cansancio y el regreso
ansioso a la cotidianidad de unas construcciones vacías, mi amado pedazo del
mundo.
El
camino de regreso siempre lo hacía por una misma calle, aunque la palabra
“calle” es excesiva. Ésta más bien es una cicatriz borrosa, trazada en una
especie de enorme mancha en el paisaje y esa mancha antes fue una ciudad. Esa
calle confluía junto a otras en una despedazada plaza circular que estaba llena
de estatuas que representaban hombres colosales cargados de artefactos
violentos. Esa agrietada plaza oval tenía distintos niveles, producto de algún
lejano cataclismo o de algún paciente evento geológico. Así tomaba la forma de
una monumental y caprichosa escalera casi circular que estaba a medio borrar
por esa respiración seca, que es el avanzar y el retroceder del desierto.
En
ella, decenas de macizos gigantes de piedra estaban dispuestos en distintas
alturas y formando una especie de acantilado escultórico. Grandes cuerpos de
piedra enfrentando un oleaje leve y constante de aire y polvo, en una batalla
secreta que llevaba millones de años entablada. Una lucha entre lo duro, lo
grande y lo sólido, contra lo liviano, lo etéreo y lo tenue; un enfrentamiento
en el que, como en tantas otras cosas, al final siempre ganaba lo tenue.
Así,
esos titanes de piedra iban desapareciendo y los gestos y actitudes que estaban
petrificados en ellos se iban apagando con la suavísima, aunque mortal, caricia
del aire.
Al
igual que esas esculturas de piedra, nosotros, los pocos seres humanos
engendrados en las entrañas del Thecnetos, somos también inertes y efímeros,
desvaneciéndonos mientras paseamos por nuestras cortas vidas. Nuestra única
felicidad y acaso deber, es persistir quietos y silenciosos a que pase el
tiempo. Somos un pedazo más de la naturaleza y como ella, carecemos de
teleología, voluntad o vida. Y esa vida ya debía para mi acabar.
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