miércoles, 26 de enero de 2022

11 UN VIENTRE ARTIFICIAL

 

En otro punto del espacio tiempo.

      Como dije al inicio, uno de esos vacíos días el Thecnetos envió con su Emisario esa extraña carta y todo cambió. Muchas cosas raras pasaron en aquellos últimos días tristes. El primer suceso singular fue este:

     Me había conectado a un Mekhanes esperando el mantenimiento de mi cuerpo. Pero nada sucedía, más bien sentí que la conexión ahogaba mis carnes inyectándolas una sustancia toxica. Asustado me desconecte. Era la primera señal de que el Thecnetos había decidido eliminarme. De seguro, días antes su Emisario había reprogramado a esa vieja máquina para que me envenene.

     Mi tiempo acababa, para mí el universo terminaría, debía tomarme unos días para resignarme y meditar.

Por cierto, cercano mi último día, relataré, como fue el primero y así explicaré la génesis artificial de la raza humana en el último planeta.

     En lo profundo flota —como siempre lo ha hecho— la eterna mente del Thecnetos. Ésta piensa, de tiempo en tiempo en una molécula germinal particular y sus órganos mecánicos hacen ese ADN preciso. Después, con esta molécula germinal se hace una persona. Así, el Thecnetos va haciendo hombres al azar, de centuria en centuria. 

     Así un día el Thecnetos soñó mi molécula germinal. Ésta siempre tiene unos 25,000 genes y numerosas versiones de cada uno (alelos). Al azar escogió los elementos de esa complicada molécula, creó una particular combinación de entre trillones posibles combinaciones, construyendo un armonioso objeto teórico hecho de miles de elementos perfectamente comunicados y equilibrados entre sí. De inmediato sus millares de manos mecánicas empezaron a componerla usando los átomos del polvo. La anti-entropía para esta tarea, se tomó de la poquísima energía disponible. Así que mi nacimiento aumentó el casi total desorden. Poniendo, en este proceso, al universo un paso más cerca al caos absoluto. Ese caos absoluto donde por fin, el tiempo se detendrá.

     Así mi molécula germinal fue construida, con su precisa relojería bioquímica, átomo a átomo en el oscuro avernus. Luego en medio de microscópicos artefactos aquella molécula empezó a rodearse de otras moléculas. Esas nano-industrias, miles de veces más complejas que la célula que hacían (en medio de tejidos artificiales y rodeados de sondas), construyeron mi microscópico embrión, que fue germinando y creciendo, rodeado de móviles miniaturas tecnológicas. Mucho después yo ya estaba listo físicamente para sobrevivir, aunque inconsciente y un mensaje se envió al Emisario para que me ayudara a emerger a la superficie. Ahora sé que ese mensaje llegó también a otra región del Thecnetos subterráneo, al Theknos-Herakhón que aguardaba en la eternidad y que, al identificar la estructura determinada de mi molécula germinal, recordó un pensamiento nocivo y venenoso que se fijó en su mecánica y obsesiva consciencia.

     Así, a través de la densidad del córtex subterráneo, viajaron a mi encuentro, el Emisario y la otra cosa pululante.

     Yo inconsciente y pequeño aún, respiraba entre las máquinas, sin notar que el ente mortal, el theknos-herakon había llegado y acomodaba su compleja estructura en mis cercanías, preparaba así su rutinario y letal procedimiento. Uno de sus múltiples apéndices se acomodaba ya en uno de mis parietales y nueve cánulas empezaron a entrar cruelmente bajo mi piel. Así que la primera cosa que sintió mi consciencia, ese primer segundo de vida, fue ese punzón metálico y doloroso, provocándome con esa primera sensación, dejar la nada y empezar el vivir. Empecé a ser consciente de que era consciente y del paso del tiempo. Justo en ese momento apareció por primera vez la otra cosa: el Emisario, y esta disputó e intercambió órdenes con el Theknos-Herakhón, esa fría inteligencia que pulula en las entrañas del Thecnetos y cuyo único empeño es matar la vida. Después de una abstracta lucha, este cedió, aun no era su tiempo. Debía esperar un poco más para acabarme. Ya había esperado trillones de años y no cejaría en su misión. Y al final vencería.

     Finalmente, inconsciente de lo que pasaba, fui llevado a la superficie del último planeta por el Emisario. En la superficie ya completamente a solas, empecé a pensar y a vivir. No volvería a tomar contacto directo con ese Emisario ni con nadie más.

     Así del fondo del planeta me sacó un día el Emisario y a él me regresará el día de mi muerte, allí devolveré al Thecnetos mi sensación de que el tiempo pasa. 

No hay comentarios: