En otro punto del espacio tiempo.
Me había conectado a un Mekhanes esperando
el mantenimiento de mi cuerpo. Pero nada sucedía, más bien sentí que la
conexión ahogaba mis carnes inyectándolas una sustancia toxica. Asustado me
desconecte. Era la primera señal de que el Thecnetos había decidido eliminarme.
De seguro, días antes su Emisario había reprogramado a esa vieja máquina para
que me envenene.
Mi
tiempo acababa, para mí el universo terminaría, debía tomarme unos días para
resignarme y meditar.
Por cierto, cercano mi último día, relataré, como
fue el primero y así explicaré la génesis artificial de la raza humana en el
último planeta.
En lo
profundo flota —como siempre lo ha hecho— la eterna mente del Thecnetos. Ésta
piensa, de tiempo en tiempo en una molécula germinal particular y sus órganos
mecánicos hacen ese ADN preciso. Después, con esta molécula germinal se hace
una persona. Así, el Thecnetos va haciendo hombres al azar, de centuria en
centuria.
Así un
día el Thecnetos soñó mi molécula germinal. Ésta siempre tiene unos 25,000
genes y numerosas versiones de cada uno (alelos). Al azar escogió los elementos
de esa complicada molécula, creó una particular combinación de entre trillones
posibles combinaciones, construyendo un armonioso objeto teórico hecho de miles
de elementos perfectamente comunicados y equilibrados entre sí. De inmediato
sus millares de manos mecánicas empezaron a componerla usando los átomos del
polvo. La anti-entropía para esta tarea, se tomó de la poquísima energía
disponible. Así que mi nacimiento aumentó el casi total desorden. Poniendo, en
este proceso, al universo un paso más cerca al caos absoluto. Ese caos absoluto
donde por fin, el tiempo se detendrá.
Así mi
molécula germinal fue construida, con su precisa relojería bioquímica, átomo a
átomo en el oscuro avernus. Luego en medio de microscópicos artefactos aquella
molécula empezó a rodearse de otras moléculas. Esas nano-industrias, miles de
veces más complejas que la célula que hacían (en medio de tejidos artificiales
y rodeados de sondas), construyeron mi microscópico embrión, que fue germinando
y creciendo, rodeado de móviles miniaturas tecnológicas. Mucho después yo ya
estaba listo físicamente para sobrevivir, aunque inconsciente y un mensaje se
envió al Emisario para que me ayudara a emerger a la superficie. Ahora sé que
ese mensaje llegó también a otra región del Thecnetos subterráneo, al
Theknos-Herakhón que aguardaba en la eternidad y que, al identificar la
estructura determinada de mi molécula germinal, recordó un pensamiento nocivo y
venenoso que se fijó en su mecánica y obsesiva consciencia.
Así, a
través de la densidad del córtex subterráneo, viajaron a mi encuentro, el
Emisario y la otra cosa pululante.
Yo
inconsciente y pequeño aún, respiraba entre las máquinas, sin notar que el ente
mortal, el theknos-herakon había llegado y acomodaba su compleja estructura en
mis cercanías, preparaba así su rutinario y letal procedimiento. Uno de sus
múltiples apéndices se acomodaba ya en uno de mis parietales y nueve cánulas
empezaron a entrar cruelmente bajo mi piel. Así que la primera cosa que sintió
mi consciencia, ese primer segundo de vida, fue ese punzón metálico y doloroso,
provocándome con esa primera sensación, dejar la nada y empezar el vivir.
Empecé a ser consciente de que era consciente y del paso del tiempo. Justo en
ese momento apareció por primera vez la otra cosa: el Emisario, y esta disputó
e intercambió órdenes con el Theknos-Herakhón, esa fría inteligencia que pulula
en las entrañas del Thecnetos y cuyo único empeño es matar la vida. Después de
una abstracta lucha, este cedió, aun no era su tiempo. Debía esperar un poco
más para acabarme. Ya había esperado trillones de años y no cejaría en su
misión. Y al final vencería.
Finalmente, inconsciente de lo que pasaba, fui llevado a la superficie
del último planeta por el Emisario. En la superficie ya completamente a solas,
empecé a pensar y a vivir. No volvería a tomar contacto directo con ese
Emisario ni con nadie más.
Así del fondo del planeta me sacó un día
el Emisario y a él me regresará el día de mi muerte, allí devolveré al
Thecnetos mi sensación de que el tiempo pasa.
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