En otro lugar del espacio tiempo…
Los
contenedores se fueron saturando de los fuertes y gastados prisioneros. Eran
atravesados por corredores que dejaban ver y oír a esa multitud resignada o
desesperada.
Terminada la labor Andros, un abultado guerrero de ojos soñolientos, se
acercó al grupo junto a su erómenos, un hiperactivo compañero de lucha[1].
Así,
se iban juntando ya sin obligaciones todos los guerreros. Informalmente se iban
formando círculos alrededor de los más notorios de ellos, por ejemplo,
alrededor de Ayazx, creando una composición concéntrica de titanes, que componía
así, un terrible y dramático paisaje de brillantes músculos y artefactos
salpicados de vísceras y sangre. Las plantas de sus botas estaban astilladas de
huesos con células aún vivas.
Esperaron disciplinadamente las órdenes de la meta-corporación. La
mayoría callaba y se buscaban sin premura los pares de eromenois combatientes,
íntimamente entrelazados en su destino militar común.
Sólo el sufrido erastés de Ayazx, Gerontes, se
mantenía humildemente lejos de él.
Los
hombres se inclinaban naturalmente a formar pares con el otro género, pero la
meta-corporación había extinto ese desconocido género hacía muchos milenios,
controlando así la misma generación de vida, la mayoría se acomodaba sin
problemas a la única situación posible. Sólo algunos como Ahelios no
podían.
Recostados unos sobre los otros, sus carnes iban recuperando la calma y
el sosiego, rodeados del paisaje, que acababan de asolar.
También M yacía recostado sobre la piel de su eromenoi con el que tenía
una indiferente unión, ya eran años que había muerto su desengaño por Ayazx.
Otra, hecha de etéreo viento, iba devorándole la cabeza.
El
maduro Fratedes, un guerrero con un ojo borrado por confusas cicatrices,
cobijaba a su joven erómenos Wille. Fratedes era el más viejo y astuto de los
guerreros, había visto nacer y morir varias generaciones de recios gigantes.
Conoció y había combatido codo a codo con los dos fuertes hombres de los que
nació M y con los pares de guerreros que engendraron a todos los demás, solo
ignoraba quienes habían sido los que habrían engendrado a Ayazx, solo sabía que
no había combatido con ellos, sino contra ellos y acaso los habría matado el
mismo en un punto olvidado del pasado.
Fratedes notó a M aún más indiferente que siempre a su compañero, pero
cuando lo vio suspirar por segunda vez, rodeado de la felicidad de los demás,
decidió acercársele:
–Hoy estás de otro ánimo. ¿Qué anda pasando allá
dentro? —dijo al rígido M, cogiéndole la cabeza cariñosamente.
M mintiéndole y mintiéndose le respondió
melancólicamente— Un fastidio me está recorriendo. Quizás siento asco de lo que
estamos haciendo. Espero poder olvidarlo pronto.
– ¿Es eso? —dijo el maduro e híper-perceptivo
Fratedes y enfocó con preocupado afecto su único ojo sobre M.
– ¿Nada más te pasa? Sabes que en cientos de años
muchas cosas he aprendido. Confía en mí —agregó sinceramente preocupado
Fratedes.
M, calló largos segundos como una montaña de
roca. Y de pronto preguntó lo más rápido que pudo.
– ¿Qué cosas ha observado de la relación entre
eromenois de distintas castas? —Esta pregunta asombró a Fratedes. Los grandes
ojos de M eran algo agazapados y severos, pero en ellos había ahora una húmeda
debilidad, como si un niño desesperado se asomara por ellos, atrapado en el
descomunal gigante, enfermo ahora de un mortal sentimiento.
Fratedes lo miró apenado de confirmar en M ese
sentimiento.
–Es algo imposible, no lo intentes —le respondió
preocupado—. La estructura de la meta-corporación es de rígidos estratos
horizontales. Sólo somos felices con los iguales. Los eromenois entre
individuos de distintas castas son siempre trágicos y está además prohibido
engendrar entre ellos. Y solo se permite a las parejas militares engendrar.
¿Por qué querrías unirte a algo tan distinto a ti?
–Pero yo no soy feliz con mis iguales, nunca…
—dijo M muy bajo y algo impaciente de hallar respuestas y alivio en la
sabiduría de Fratedes.
–Amar a los iguales es amarnos a nosotros mismos,
no se puede ser feliz amando a algo distinto de nosotros, pues es como no
amarse a uno mismo. ¿Entiendes? —Dijo comprensivo Fratedes—, debes dejar esas
fantasías.
Ayazx interrumpió— ¿Qué cuchichean estos dos?
—preguntó levantando la voz para incluir a todos en la conversación.
Fratedes lo ignoró despectivamente.
–No sólo está prohibido, sino además es
improductivo, sin futuro, no se puede hacer este tipo de vida entre hombres de
distinta especie, por eso es un tabú, la vida debe hacer vida. —agregó en voz
muy baja Fratedes.
–Sí.
Estoy haciendo toda la fuerza para dejar de pensar en ello —respondió M con la
voz hecha un hilo y sus bellos labios repetían el gesto compungido de sus
cejas.
Haces
bien, puedes pedir ayuda bioquímica para desaparecer lo que sientes, tan pronto
lleguemos —aconsejó Fratedes.
–No
hará falta. Con mi voluntad debe ser suficiente —dijo M, determinado y
estoico…Y también equivocado.
Mientras, Ayazx fanfarroneaba con un grupo
de otros orgullosos guerreros de sus batallas en muchos mundos, a través del
telégrafo quántico llegó el esperado algoritmo: La orden era sacrificar a los
prisioneros sobrevivientes.
Dado
que ya estaban ordenados en los contenedores, su eliminación sería instantánea
e indolora.
–Tenemos
5 minutos para eliminar el cargamento y volver —dijo consumido por los nervios
Gerontes.
M escuchó el orden intranquilo, y miró pensativo
por los contenedores de prisioneros. Un murmullo nervioso los atravesaba. Los
millares de prisioneros eran exactamente iguales a ellos: robustos y fieros,
pero ahora sensibles y asustados. El miedo al dolor no puede compararse al
miedo de dejar de sentir dolor, de estar inconsciente de ser. Ayazx,
imperturbable, ordenó encender los dispositivos de eliminación impaciente de
volver.
M, más
alto y pesado que todos los demás, dibujaba ahora con su enorme cuerpo una
estructura melancólica. Miró en los contenedores de prisioneros por entre un
corredor profundo, cargado de ojos que le devolvieron al unísono la mirada. Una
pululante y profunda mirada que se hundió en el corazón de M asustándolo,
desordenando algo dentro de él, como si él también fuese a morir con ellos. Y
eso, el miedo, era algo que M nunca había sentido.
Ayazx,
impaciente, encendió los dispositivos de eliminación y una enorme turba de
guerreros perdió la consciencia en un instante. En cada uno de ellos el
universo terminó. Ni un sólo ruido más que el de sus músculos deslizándose
flácidos sobre los de los demás.
Ayazx
saboreó ese fugaz, aunque cotidiano placer de matar.
Para cada uno de los demás guerreros era como si
no hubiese pasado nada. Pero miraron asombrados el ahora enrojecido rostro de M
cuyo fuerte pecho respiraba cargado de una anómala emoción. M fue incapaz de
disimularla.
Ayazx intrigado se le acercó retándolo.
– ¿Algo malo te pasa? —dijo hablando más a los
demás que a M, que lo miró repudiándolo.
M respiraba poderosamente al centro de las
miradas de los demás. Y dijo para todos:
–Creo que siento toda la maldad que aquí hemos
hecho. Soy consciente por primera vez.
Ayazx, burlón, torció las cejas con extrañeza y
agregó:
–Todos sabemos que no hay nada malo en matar.
Somos útiles a la meta-corporación que nos hizo y sin la cual no habríamos
nacido.
–Esto no es bueno —dijo con una voz grave y
profunda M.
–No somos culpables—dijo Fratedes intercediendo
para calmarlo—. Morir es algo inocuo. Por eso los guerreros, tanto ellos como
nosotros, no tememos morir.
–¿No tememos a la muerte? —dijo M—Ahora pienso
que hay algo monstruoso en saber que un día dejaré de ser consciente. No
importa cuán lejano este ese día.
Todos se avergonzaron por la sensibilidad que
ahora mostraba el que creían más fuerte de todos.
–Llegará ese día y estaremos para siempre en el
odioso estado de no ser nada —agregó M que se remarcaba por su mayor tamaño,
entre la multitud.
–Una eternidad sin sentir nada, ni sentir que no
sentimos nada —dijo Ayazx burlón y despectivo— ¿Qué hay de temible en eso?
Señaló los millares de cuerpos ahora como
dormidos en los contendores y dijo:
–Es absolutamente inocuo ser una cosa. Estos
hombres muertos son como piedras. ¿Sientes pena por las piedras? De vivos no
los hicimos sufrir más que lo que nosotros sufrimos. Además, ellos venían a
matarnos.
–No les hemos hecho ningún mal —agregó el sólido
Andros, con esos ojos con sueño y rodeado de los brazos de su erómenos— eso es
la primera cosa que aprenden los guerreros en su instrucción. Sólo es malo
aquello que causa dolor o sufrimiento a alguien. Quitar la vida es quitar la
posibilidad de sufrir, así que no se hace mal a nadie. La muerte es una
experiencia que nadie puede tener. Y que nadie va a tener. ¿Por qué temerle?
M lo comprendió a medias, pero siguió su raro
estado emocional. Se incomodó más y más, sólo el generoso Fratedes sabía que no
era por los muertos que se sentía así. Algo había nacido en él, que una vez
crecido, lo mataría. Así que Fratedes sintió conmiseración por su pupilo.
–Pero ellos deseaban como nosotros vivir. ¿No es
malo que deseando vivir se muera? —Preguntó inocente el joven erómenos de
Fratedes, Wille.
–No —respondió Fratedes, que parecía resplandecer
entre los demás— Pues mientras deseaban vivir, vivían. Cuando no vivían, no
deseaban nada.
–Perdieron el futuro —dijo M—, desear vivir es
desear vivir en el futuro —intentó argumentar.
– ¿Cómo es perder el futuro? —Dijo Ayazx con los
ojos llenos de sorna— Eso es imposible, ni los vivos tenemos el futuro. Sólo
tenemos el presente. Demasiado trajina tu cerebro manejando un cuerpo tan
grande que le queda poco aliento para otras tareas —dijo y se echó a reír con
ferocidad.
M lo escuchó colmado de ira. Preparándose para
vengarse.
–Pero creo, que sé por qué realmente está tan
triste y tierno M —agregó irónico Ayazx, de nuevo hablando alto para ser
escuchado por todos.
Fratedes abrió su único ojo asombrado.
M temiendo que todos adivinaran sus nuevos
sentimientos agregó torpemente:
–
¿Qué cosa?
–Solo estas arrecho. Lo noté desde la visita que
hicimos para entregar esos archivos —dijo—, ¡Qué vergüenza que nosotros los
seres más perfectos de la meta-corporación gastemos el semen con esas sombras!
¡Que monstruos engendraríamos con ellos!
¡Sólo degeneración! —y rio en un tono muy bajo y opaco, rio para él.
Endulzándose en el poder que descubrir ese secreto, le daba sobre M.
Fratedes enfurecido por la indiscreción de Ayazx
le propino un tosco golpe y le ordenó callarse.
Luego
Fratedes detuvo a M que ya se abalanzaba contra Ayazx y lo arrastró con ayuda
de otros a un lado, pues sabía que si continuaba esta disputa, M no podría seguir
ocultando a los demás, lo que quería dejar de sentir.
Crédito imagen: Wear of War
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