En otro lugar del tiempo…
–En unos minutos llegarán los guerreros de la última conquista, una
pareja de eromenois, M y Ayazx, fueron los encargados de buscar
los datos y los traerán —dijo a L Ahelios,
ya maduro y enjuto. Las ojeras de Ahelios
mostraban que había sido trabajado por años por un antiguo mal, era afectado
desde su juventud por una rara forma de la enfermedad atávica[1].
–Quizás podré comprobar mi predicción sobre los animales
meta-dimensionales[2]
—dijo discretamente L, soñando precariamente con tener la razón—. Podré
verificar mi suposición y… un nuevo modo de pensar la materia —concluyó
entonando esta última frase solo a medias—… Y este nefasto universo por fin
acabará.
Ahelios lo miró
adivinando sus tristes esperanzas.
–No esperes mucho, simplemente los reubicaremos y continuaremos el
registro —le dijo paternalmente. Miraba a su joven pupilo con cierta
conmiseración, ésta provenía de verlo cada día más y más extraviado en ese
errado laberinto teórico que construía y en su indiferencia a la vida, propia o
ajena.
L calló, levemente ofendido por su superior, que era
condescendiente pero incrédulo de sus ideas.
–También quisiera que algo extraordinario ocurra, esta labor ha
consumido nuestra juventud, y es de tal esterilidad que aburrirá nuestra vejez,
comprendo tus esperanzas —dijo Ahelios
comprensivo e íntimo—con el tiempo aprenderás a dejar de soñar con otro
universo que no sea este. Es por esto que es tan popular en esos días la vida
virtual. Esta tecnología ha evolucionado para darle a la gente lo que tiene
prohibido tener: una vida de verdad.
–Pero… ¿Qué pasaría si tampoco hubiese datos de su existencia en
las investigaciones de la meta-corporación conquistada? —preguntó dudando de sus
propias hipótesis L.
–Deberíamos examinar si hay error en los equipos de monitoreo alienígenas
—contestó escéptico Ahelios que
conocía muy bien los procedimientos, repetidos por ellos tantas veces.
–Según todos los informes éstos están en perfectas condiciones
—agregó L volviendo tímidamente a creer en sí mismo—, yo sé que ya no existen
los animales meta-dimensionales. Y acaso eso determine un próximo suceso en eso
que llamamos vida y que tanto afana a todos.
Ahelios miró como
reprobando en su aprendiz ese desdén que tenía por la existencia.
–Es imposible que ya no existan, ¿Por qué desaparecerían? —dijo Ahelios algo cansado y dando por
finalizada la conversación con un sutil gesto de fastidio.
–La pareja de guerreros, está esperando afuera para entregar el
material solicitado —dijo una perfectamente voz humana, era la androide Nimis, de aspecto anguloso y mirada
intensa. Nadie sospecharía al ver su perfecta imitación de la apariencia humana
que no era una persona como los demás y que en lugar de alma tenía un hueco.
–Ordéneles pasar —dijo Ahelios
recogido a sus responsabilidades de científico. Nimis escoltó a los férreos gigantes.
Las figuras grandes y
bellamente dibujadas de los dos guerreros aparecieron entre los equipos de
sofisticada ciencia. M, fuerte y sereno, con un brillo de pureza en los ojos, Ayazx arrogante y orgulloso de su
estatura y belleza. Sus carnes sanas e hinchadas de músculos emanaban una
sensualidad y belleza que contrastaba con la aséptica y triste tecnología del locus y con sus grises funcionarios, era
como si la misma naturaleza entrara ostentando toda su terrible hermosura y se
mostrara arrogante frente a la pobre fealdad de lo artificial.
La conversación se inició.
–Infórmenos de sus hallazgos, ¿lograron salvar los archivos sobre
animales meta-dimensionales? —pregunto L al masivo M como si se dirigiera a una
cosa y agrego bajando la voz—, quizás un
viejo universo teórico muera con los resultados de su hallazgo y otro más
simple y verdadero se muestre…las causas son siempre simples y pocas; y los
efectos numerosos y complejos —agregó como queriendo compartir con ese
desconocido, su esperanza de descubrir un nuevo mundo.
–Sí —dijo con una profunda y cálida voz M, que no entendió qué
quería decir L pero que se inquietó por él—. Están completamente íntegros.
– ¿Qué encontró? ¿Los revisó? —preguntó metódico Ahelios.
M, parecía no haberlo escuchado, miraba a L por primera vez y su
curiosidad se desviaba a sus interiores y a sus raras palabras, casi
imperceptiblemente, unos pasos más allá de lo que era normal. Su amplio pecho empezó
a respirar algo más rápido y fuerte.
Nadie, ni él mismo, lo notó.
L también sintió una
vana sensación que no pudo identificar mientras su respiración se inquietaba.
Algo activó un mecanismo que esperaba invisible en la parte más primitiva de su
cerebro. Algo primario y dormido que había germinado para tomar el control de su
mente más evolucionada y ahora se asomaba por primera vez. Pero no por última
vez. Ahelios interrumpió:
–Háblenos de los resultados.
–Lo que hemos encontrado —dijo monumental y firme M— es que la otra
meta-corporación concluyó que no había ya animales meta-dimensionales en todo
su universo conocido.
Ahelios quedó
estupefacto, esto era incoherente con todo lo conocido…pero no podía negarse a
aceptarlo, miró asombrado a su pupilo L que lo había previsto. Éste sintió una
cierta felicidad intelectual de acertar, pero luego un sordo pesar lo invadió.
Era el primer ser humano en enterarse del fin.
– ¿Dónde están los datos? —preguntó Ahelios aún asombrado.
–Los pueden examinar en el corazón del sistema de información.
Están ya accedidos a la biblioteca general —respondió M, grande y hermoso como
un felino.
L y Ahelios se
abalanzaron a decodificar los datos y los revisaron mudos mientras los dos
gigantes esperaban. Para Ahelios se
trataba de un fenómeno imposible que rompía con diversos principios teóricos,
para L la confirmación de una antigua sospecha que llevaba años meditando y que
ahora le asombraba. La evidencia de que la estructura del cosmos había guardado
aún un secreto sobre sí mismo. Ese día se develaba, y con él, una terrible
noticia para todos, el fin del universo estaba cerca, excepto para él, a quien
le eran indiferentes las consideraciones prácticas de sus ideas. Aunque las de
esta fueran terribles.
Ayazx se impacientó
pronto despreciando las labores sin emoción y monótonas de los dos técnicos.
Aburrido hizo un gesto obsceno con su desmesurado cuerpo. Algo en su mirada
asustaba y ofendía a los demás, Ahelios
sintió como si esa mirada cínica le dijese sin palabras que en contraste con la
del vigoroso gigante, su vida fuese ridícula y pobre.
Pero disciplinadamente los guerreros esperaron las órdenes de
retirarse. Sus monumentales cuerpos, como dos composiciones magistrales, hechas
de volúmenes y líneas perfectas, resaltaban en el desorden y fealdad de los
enclenques laboratorios.
Minuto a minuto y lectura tras lectura lo volvían a comprobar. No
había animales meta-dimensionales para la otra meta-corporación tampoco y por
lo tanto tampoco no había futuro.
Ahelios le dijo a su
pupilo L:
–Puedes despedir a los guerreros. Supongo tendrán más gente que
matar. —A raíz de esa orden se encendió en L una minúscula desesperanza.
L se dirigió a M y al verlo nítidamente a los ojos (que se
inclinaban tiernamente como soñando) olvidó lo que tenía que decirle. Después
de perderse y encontrarse en ese abismo que es la mirada mutua dijo:
–Ya no es necesaria más su presencia, les agradecemos su esfuerzo y
meticulosidad. —Y al terminar de decirlo, sintió arrepentimiento de provocar
con esas metódicas palabras, que ese desconocido desapareciera para
siempre.
Ayazx sintió alivio
y premura por irse, mientras M sintió un leve e inexplicable freno. Pero
disciplinado, se alejó. Antes de desaparecer un movimiento torpe de su mano rozó
a L.
A L le costó ver que se iba. Le abochornó esa emoción irracional en
él. Era un desconocido y no necesitaba volver a verlo. No era más que un
organismo de limitada consciencia, una simbiosis de reacciones químicas con un
fin banal. Un efecto caprichoso de la evolución y la inercia de la naturaleza.
De la ciega e irracional vida…
Pero en las siguientes conversaciones con Ahelios, la piel limpia del soberbio guerrero interrumpió
vergonzosamente los raciocinios y consideraciones abstractas, que ambos tejían sobre
los animales meta-dimensionales.
–Te alegrará confirmar tu hipótesis —dijo Ahelios—, quizás sea sólo una coincidencia, una falsa alarma, pero
te felicito.
–No. Al contrario, me entristece, aunque no entiendo por qué —dijo
L dibujando con su rostro una delicada inquietud y pena—. Esa desaparición
significa algo más. Algo muy grave.
–No dejemos volar la mente más, pluralitas
non est ponenda sine necessitate[3],
atengámonos a lo que hemos descubierto, —dijo comprensivo y metódico Ahelios a su subordinado.
–Deben informar al Thaumasios
Herakón, él tendrá una explicación
para esto —dijo volviendo de sus pensamientos L.
–Creo que podrás por primera vez hacerlo tú, aprovecharás para
explicar tu teoría.
Luego L se sentó y dejó
su mente reposar de cualquier cálculo o consideración. Una marea emocional se
alzaba dentro de él, inundando el oscuro paisaje de su corazón.
Las estructuras del
cerebro mecánico de Nimis, tan huecas
de vida como las de una cámara de video, registraron y procesaron todo y
respondieron a lo observado. Sus sistemas neuronales razonaban, creaban,
calculaban y comunicaban, aunque sin ninguna consciencia de lo que veían, Nimis no tenía “yo”. No era un sujeto
frente a un objeto, sino un objeto frente a otro objeto. Para un hombre la
percepción es sensación y cognición, para ella solo era cognición.
–L no tiene rango para tener una cita con un Thaumasios, usted o yo presentaremos ese informe al Thaumasios Hekantokeinos Herakón —dijo Nimis.
L miro a Ahelios y a Nimis, y sintió ese segundo, que él
estaba en un lugar muy remoto al de ellos, en un lugar muy ajeno al mundo
concreto y racional, ahí aparecieron unas palabras, un bucle, un tropiezo en su
mente lo saco del espacio tiempo, se escribía una carta que no tenía a quien
enviar:
Tus ojos son
severos,
Son una puerta
entreabierta que nunca he cruzado
Por temor,
quizás...
He dibujado en
tantos papelitos tus ojos que….
–Ahelios —dijo L interrumpiéndose
sí mismo—, muchas veces me habló de su enfermedad atávica, yo nunca la he
comprendido y en general detesto que la razón sea importunada por sentimientos groseros,
pero…—y se detuvo avergonzado.
Ahelios le tomo el
hombro como un joven padre.
–Aunque está prohibido, todos enfermamos de ella alguna vez, la mía
nunca me deja —dijo Ahelios
recordándola y doliéndose al recordarla.
–Explíqueme de nuevo —pidió a su íntimo superior L.
–En mí es una enfermedad sin cura, pero si acaso tú enfermas podré
aconsejarte como hallar curación química. La meta-corporación permite la reproducción,
pero no el amor, si no neutralizas la enfermedad atávica con fármacos, te
permitirán sentirla, pero no expresarla. Solo los guerreros pueden amar y
formar pares de eromenois entre
ellos, por ser esto útil a sus obligaciones. Pero está absolutamente prohibido
entre técnicos y nunca es posible entre castas distintas —dijo Ahelios sospechando algo en su
pupilo.
– Pero ¿cómo reconocer esa enfermedad atávica? —preguntó L a su
superior.
– ¿Cómo entenderlo? —Dijo Ahelios—.
Es una premura, una urgencia sin objetivo, una ansiedad vacía, una melancolía
que dura toda la vida y no se explica, un sabor de que le falta algo al tiempo.
El anhelo de una ternura que no está en ningún lado, pero que siempre me hace
falta. Eso es en mí la enfermedad atávica— concluyo Ahelios.
L, lo escuchó y por
primera vez lo entendió. Un nítido significado apareció en esas palabras: El
amor es un vacío que se quiere llenar. Esa tarde empezó sentir lo que sentía su
protector. Algo que no lo dejaría nunca y que reenfocaría cada parte y
propósito de su breve vida.
[1] El amor.
[2] Seres de 10
dimensiones, pero invisibles a las 4 dimensiones percibidas por los humanos,
sólo de vez en cuando interceptaban nuestro mundo, por fracciones de un
instante. Eran los más raros seres vivos de este único y cerrado universo que
moriría.
[3] La pluralidad no se debe postular sin
necesidad.
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