sábado, 27 de marzo de 2021

2 SOBRE L

 

En otro lugar del espacio-tiempo…

      La negra noche descendió un día del Aether[1] sobre el universo y lo tragó todo. Muriendo entre sus tinieblas el bello universo de luces. Quedó en su lugar uno sórdido y a oscuras. Pero, aunque murieron todas las estrellas, la vida no quiso morir y continuó su agotadora, aunque también infructuosa, lucha por persistir.

     La vida, esa torva reacción en cadena, en la que un cierto tipo de cosas hacen otras cosas iguales, solo para que estas hagan a su vez otras más. Máquinas químicas que viajan por el tiempo sin destino, ampulosos medios sin un fin, usando al ADN y a nosotros mismos, como deleznables instrumentos de un hueco plan. Todos somos sus esclavos, somos efímeros, pero ella es eterna, somos imperfectos pero suficientes, para servir a su insaciable anhelo de perfección. Por eso aún hay vida en ese cosmos casi muerto, por eso aún hay civilizaciones, batallando en titánicas luchas por entre los escombros negros de lo que antes fueron galaxias.

Por eso en un insignificante punto del espacio-tiempo, una colosal meta-corporación batalla por subsistir entre los despojos de mundos. Y en ella como dos puntos ajenos uno al otro, los destinos de M y L, que pronto se cruzaran.

La humanidad, hace tiempo que pobló todo el cosmos, hecho de despojos de planetas y sin una sola luz natural. Luego de una vasta época de exterminios sólo quedaron los hombres, el antiguo linaje de las mujeres desapareció en algún punto de la evolución. Pero como todo ser vivo, estos hombres estaban obligados a reproducirse… Pero ante de seguir ¿Qué es realmente un hombre?, mucho le he meditado, un hombre creo no es más que una comunidad de reacciones químicas en simbiosis. Un hombre es una colonia de moléculas distintas, todas con un mismo fin, secreto y oscuro. Pero ese fin no es el hombre como ingenuamente pensamos, sino otra cosa. 

 

     Así es esa Babilonia remota y amorfa que ha construido esta vieja humanidad, una humanidad que hace milenios se aburre de haber conquistado el universo, una violenta raza que se sabe inútilmente victoriosa. Así son, las tristezas de su última lucidez.

 

Lejos, dado el pánico de la incesante guerra, las calles de cristal son para un fugitivo niño solitarias, solo las recorren ecos metálicos de miedo y de tristeza. Arriba el cielo es manchado de a ratos por multicolores explosiones. Sus pequeños ojos reflejan en su humedad los brillos de esas lejanas hecatombes. Bajo esos ojos, se ve una cicatriz que interrumpe la línea de sus parpados.

En aquellas épocas todo niño tenía dos padres, aunque ninguna madre, pero no este huérfano de la melancólica humanidad, este bastardo de un triste experimento, un animal de laboratorio que escapo y perdió en ese vértigo artificial que era su mundo, que así mismo es un detalle microscópico, entre, lo que llamó alguna vez un poeta: “Oscilantes galaxias de horrida atrocidad”.

     Un melancólico técnico: Ahelios, de rasgos sutilmente andróginos, paseaba también ensimismado por las regiones deshabitadas de esa ciudad de metal. Interrumpió sus tristes reflexiones al ver al extraviado niño por unas gigantescas escaleras del sector L, minutos después, dado que no había más personas en las anchas calles, habló con él, preocupado de su abandono.

 

– ¿De dónde has salido? —preguntó cálido.

–No lo sé —dijo el pequeño mintiendo y disimulando su terror.

–Pero ¿Quién eres o de quién? ¿Eres humano?

–No lo sé —dijo el niño mintiendo otra vez. Ahelios lo escaneó con un equipo portátil de identificación, el equipo debía estar averiado pues decía que tenía miles de años de edad, luego de un ajuste no logró hallar ya su identidad. Era seguro que era un esclavo o un prisionero de alguna meta-corporación derrotada. Debía entregarlo para su eliminación y aprovechamiento como combustible de anti-entropía[2].

– ¿Ves las luces arriba? —dijo Ahelios con ojos también infantiles dada su juventud.

Sí —dijo el niño—, dos meta-corporaciones se están matando.

–En esas batallas se hacen pequeños universos, ¿Lo sabías? —pregunta Ahelios tratando de asombrar al niño.

Pero vio en la mirada triste de este, que sí lo sabía, Ahelios no se sorprendió demasiado de las habilidades del pequeño, la educación moderna hacia prodigios a todos los niños de esa remota humanidad, pero este parecía aún más excepcional.

– ¿Cómo crees que lo hacen?  —preguntó curioso de escuchar la respuesta:

–Se logra poniendo regiones del espacio en “tiempo imaginario”[3] —dijo y calló cauto.

–Sigue… —dijo Ahelios encantado y algo perturbado.

–Primero hacen que el tiempo corra hacia atrás, en lugar de elevarse su entropía[4], esta disminuye, así se acumula energía…

–Ese es el primer paso… —dijo Ahelios preocupado por los detalles de la respuesta.

–… después de poner el tiempo hacia atrás, se hace una “sombra” del tiempo imaginario, así se hace que el tiempo reverso pierda una dimensión[5], pero, dado que es tiempo hacia atrás, para el nuestro, lo gana. De este modo la anti-entropía ganada se multiplica exponencialmente, al pasar a una dimensión mayor.

–Si —dijo Ahelios— sigue.

–Pero este estado es inestable…termina en una explosión de entropía, un estallido termodinámico de caos reventado todo en una compleja inflación.

–Un efímero universo nace y muere en cada explosión —concluyo Ahelios cogiendo al niño de la mano.

     Una racionalidad de ese nivel produjo en Ahelios un principio de náusea y una pena muy grande, a ese extremo era un defecto en su personalidad, una minusvalía. Esa inteligencia era un pecado en un esclavo, uno que pagaría caro el resto de su vida. Por piedad pensó en matarlo para que no sufra en este mundo, pero dudando decidió rescatarlo de ese caos. Lo llamó L, por el sector de escaleras en las que lo encontró.

 

A su lado L maduraría y sobreviviría entre el horror de esa humanidad decadente.



[1] Aether del latín Aether y a su vez del griego αἰθήρ, aithēr, substancia etérea; parte más alta del firmamento.

[2] Energía

[3]  El tiempo negativo corre hacia atrás, el tiempo imaginario corre perpendicular al tiempo normal.

[4]  Medida física de caos o desorden. Al contrario de la anti-entropía que es orden. En tiempo normal el caos, o sea la anti-entropía, aumenta. 

[5] La raíz cuadrada hace perder una dimensión, por ejemplo la sombra de un cubo  (3D) se convierte un cuadrado (2D).

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