jueves, 5 de abril de 2012

53 P A R Á B O L A D E L O S C I E G O S 2

En otro lugar del espacio-tiempo…

Esa madrugada en que M y L se juntaron, Nimis entendió. Primero se había extraviado por entre las construcciones donde dormían los guerreros con sus eromenois y sus vástagos. Deambuló sin rumbo y desorientada.
Vio casualmente a M y a L salir en esa alta madrugada por las construcciones silenciosas y no les prestó atención. Pero luego pensó que L le sería útil para conseguir lo que ahora deseaba tener.
Después de unas horas todo se recompuso en ella, recobró su homeostasia mecánica, su eficiente armonía funcional. Tenía un plan, sabía qué hacer y de hecho estaba en el lugar más apropiado para empezar.
A pocos locus del de M, estaba el de Fratedes, que dormía enredado cariñosamente a los pequeños cuerpos de sus hijos, recuerdos y huella viva de su erómenos muerto. El rostro de Fratedes maduro y lleno de marcas soñaba con el rostro siempre desbordante de afecto de su erómenos desaparecido. Las dormidas caritas de sus niños parecían jugar con las diferentes combinaciones de los rasgos de los dos hombres. Todos esos ojos cerrados eran ciegos ahora a la figura sin alma ni yo que había entrado silenciosamente a su locus de descanso. Nimis había paralizado al androide qualia que cuidaba el locus, fijó electrónicamente las puertas impidiendo el escape, luego logró, engatusando con perplejidades a la computadora del locus, que el oxígeno se fuese suprimiendo lentamente y un gas mortal envenenó el aire y los pulmones de Fratedes y sus hijos. Era cierto, incluso esos niños tenían algo que no tendría nunca Nimis, pero no por mucho tiempo. Nimis se encerró en un gabinete desde donde vio todo. Quería ver eso que ella no tenía en el momento en que desaparecía y así iniciar su investigación. Cuando la asfixia despertó al guerrero y a su prole sólo quedaba un minuto de lucha contra la asfixia y las puertas selladas.
Corrieron sin aire en los pulmones y con ese vacío dentro golpearon la invencible puerta. Con los brazos sangrantes y las carnes envenenadas cayó el cuerpo pesado y grande de Fratedes. El último niño murió abriendo la boca con desesperación tratando de sacar de la nada, aliento. Así asesinó Nimis al que le enseñó que ella estaba muerta. Ahora Fratedes y ella eran iguales. Pero aún faltaba un detalle en su plan. Debía buscar al único Thaumasios capaz de construir eso para ella.

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