jueves, 5 de abril de 2012

11 UN EXPERIMENTO FENOMENOLÓGICO y UN VIENTRE ARTIFICIAL


En lugar más profundo del Aether…

Después de entregar el encargo, M y Ayazx se unieron a los demás guerreros.
     Dadas las permanentes guerras, en unas horas estaban de nuevo en batalla, en un nuevo y exótico lugar de muerte. Habían caído sobre una estación maltrecha, cargada de otros furiosos gigantes, contra los que impusieron su superioridad. Tal era la fuerza de los gigantes y su ausencia de compasión que con un solo golpe podían despedazar una espalda o hundir un cráneo. A golpes también derrumbaban paredes y trincheras. En la triste violencia de esa batalla, M y los demás despedazaron, otra  vez, organismos tan humanos como ellos. Entre los movimientos veloces y furiosos de la lucha, el férreo M, siempre sobrecargado de viril valor, era atacado por otro enemigo, derrotado desde sus adentros cargados ahora de una intranquila pluralidad, hasta ese momento, invisible. Ese día la vería. Lo afectaba una profunda debilidad que empezó a disolver su voluntad, de común férrea. Para desaparecerla, acometía con más fuerza y energía su tarea de asesino de la meta-corporación.
Pero por más que él y los demás, despedazaban más allá de lo necesario a la civilización contrincante, M no podía borrar esa forma que cada vez más claramente se instalaba en su mente. Un ser fuerte y sólido era vencido por algo etéreo y ambiguo, como una gigantesca bestia, enamorándose hasta morir, de una inalcanzable luna.
Solo un par de borrosas imágenes podía recordar de L, pero absorbían su atención sin entender a causa de qué esto pasaba, no importaba cuánto las examinaba y multiplicaba en su mente, no revelaban como era el mundo en que L vivía, ni podían decir más sobre él, L había emergido de su raro mundo unos segundos y se había hundido en él de nuevo, sin dejarse entender. Dejando una duda incómoda en M una opacidad en la nada. Una imperfección en la transparente coherencia de su mundo militar.
     Los feroces y poderosos guerreros, luego de derrotar la gigantesca estación flotante,  organizaron a los prisioneros que no mataron.
    Aprovechando la oscuridad, Ayazx y sus secuaces se apartaron del grupo central e  improvisaron un espantoso certamen.
Escogieron 200 prisioneros, los maniataron y los dispusieron en un espacio abierto, luego compitieron sobre cuál de ellos decapitaba más y más rápido ayudados de un filoso cuchillo. Sonoras risas aderezaron el macabro juego.
     Agotados y felices los guerreros celebraron el triunfo de Ayazx frente la pila de muertos y cuerpos inconscientes, algunos aún móviles.
     Después Ayazx escogió otro prisionero. Lo arrastraron hasta un rincón muy alejado del resto. Mientras sus cómplices lo sujetaban,  Ayazx le dijo con sorna:

“Consciencia es siempre consciencia de algo”.

     Acto seguido le sujetó con violencia la cabeza y le sacó los dos ojos ayudado una herramienta puntiaguda. El prisionero gritaba y lloraba espantosamente. Una vez conseguido esto, Ayazx introdujo una cánula filosa en sus oídos con los que perforó sus tímpanos. El hombre no podía ahora escuchar sus propios gritos, ni suplicas, ni ver a sus torturadores.
     Ayazx ya jadeaba frenético de placer sádico. Sopló en las fosas nasales de aquel hombre un polvo ácido que quemó sus receptores de olfato. Las piernas y brazos de aquel soldado se agitaban de dolor pero eran frenados por los brazos de la pandilla de Ayazx  que los sujetaban con fuerza. Con otros equipos, éste introdujo una cánula en la garganta y de un tirón rasgo sus cuerdas vocales, estaba anulando todos los sentidos de aquel hombre. Cortó su lengua también y repitió jadeando de placer para los demás:
La consciencia es siempre consciencia de algo…para estar vivo tiene que haber  percepción del mundo.
Sus cómplices estallaron en risas macabras.
Sin las cosas inertes que percibimos no estaríamos vivos. La consciencia depende de la  inconsciencia Agrego reflexivo Ayazx
     El prisionero se retorcía desconsolado, ahora ciego, sordo, silencioso, e incapaz de gustar u oler. No sintió que alrededor de él, todos sacaban filudas hojas de metal y cogiéndolo cuidadosamente, empezaron a  sacarle la piel. Sin ella, siguió vivo, respiró en shock entre sus verdugos, que lo obligaron a ponerse de pie y a caminar. 
Y jugaron con él hasta cansarse.
Sin sentidos no hay consciencia, dijo uno con curiosidad es como si estuviese ya muerto, un muerto que camina y respira.
No corrigió Ayazx con un no profundo y calmo—. Está desconectado del mundo, pero aún piensa, sabe dónde está y que va a morirse… y sé que tiene miedo dijo pausado y sobrecargado de nervioso placer. Así lo observaron perfectamente lúcidos de lo que le hacían los largos 25 minutos que aún sobrevivió. 


     Luego, aunque aún estaba vivo, lo dejaron morir a solas en aquel secreto rincón, caminaron a reunirse con el resto de la tropa.


  
U N   V I E N T R E  A R T I F IC I A L

En otro punto del espacio tiempo.

     Pero, como dije, uno de esos vacíos días el Thecnetos envió con su Emisario esa extraña carta y todo cambió. Muchas cosas raras pasaron en aquellos últimos días tristes. El primer suceso singular fue este:
     Me había conectado a un Mekhanes esperando el mantenimiento de mi cuerpo. Pero nada sucedía, más bien sentí que la conexión ahogaba mis carnes inyectándolas una sustancia toxica. Asustado me desconecte. Era la primera señal de que el Thecnetos había decidido eliminarme. De seguro, días antes su Emisario había reprogramado a esa vieja máquina para que me envenene.
     Mi tiempo acababa, para mí el universo terminaría, debía tomarme unos días para resignarme y meditar.
Por cierto, cercano mi último día, relataré, como fue, el primero, y así explicaré la génesis artificial de la raza humana y podré entender su muerte.
     En lo profundo flota —como siempre lo ha hecho— la eterna mente del Thecnetos. Ésta piensa, de tiempo en tiempo en una molécula germinal particular y sus órganos mecánicos hacen ese ADN preciso. Después, con esta molécula germinal  se hace  una persona. Así, el Thecnetos va haciendo hombres al azar, de centuria en centuria. 
     Asi un día el Thecnetos soñó mi molécula germinal. Ésta siempre tiene unos 25,000 genes y numerosas versiones de cada una (alelos). Al azar escogió los elementos de esa complicada molécula, creó una particular combinación de entre trillones posibles, construyendo un armonioso objeto teórico hecho de miles de elementos perfectamente  comunicados y equilibrados entre sí. De inmediato sus millares de manos empezaron a componerla usando los átomos del polvo. La anti-entropía para esta tarea, se tomó de la poquísima energía disponible. Así que mi nacimiento aumentó el casi total desorden. Poniendo, en este proceso, al universo un paso más cerca al caos absoluto. Ese caos absoluto donde por fin, el tiempo se detendrá.
     Así mi molécula germinal fue construida, con su precisa relojería bioquímica, átomo a átomo en el oscuro avernus. Luego en medio de microscópicos artefactos aquella molécula empezó a rodearse de otras moléculas. Esas nano-industrias, miles de veces más complejas que la célula que hacían (en medio de tejidos artificiales y rodeados de sondas), construyeron mi microscópico embrión, que fue germinando y creciendo, rodeado de móviles miniaturas tecnológicas. Mucho después yo ya estaba listo físicamente para sobrevivir, aunque inconsciente y un mensaje se envió al Emisario para que me ayudara a emerger a la superficie. Ahora sé que ese mensaje llegó también a otra región del Thecnetos subterráneo, al Thecnos-Herakhón que aguardaba en la eternidad y que al identificar la estructura determinada de mi ADN (molécula germinal), recordó un pensamiento nocivo y venenoso que se fijó en su mecánica consciencia.
     Así, a través de la densidad del córtex subterráneo, viajaron a mi encuentro, el Emisario y la otra cosa pululante.
     Yo inconsciente y pequeño aún, respiraba entre las máquinas, sin notar que el ente mortal había llegado y acomodaba su compleja estructura en mis cercanías, preparaba así su rutinario y letal procedimiento. Uno de sus múltiples apéndices se acomodaba ya en uno de mis parietales y nueve cánulas empezaron a entrar cruelmente  bajo mi piel. Así que la primera cosa que sintió mi consciencia, ese primer segundo de vida, fue ese punzón metálico y doloroso, provocándome con esa primera sensación, dejar la nada y empezar el vivir. Empecé a ser consciente de que era consciente y del paso del tiempo. Justo en ese momento apareció por primera vez la otra cosa: el Emisario, y esta disputó e intercambió órdenes con el Thecnos-Herakhón, esa fría inteligencia que pululó siempre en las entrañas del Thecnetos y cuyo único empeño es matar la vida. Después de una abstracta lucha, este cedió. Debía esperar un poco más para acabarme. Pero ya había esperado trillones de años y no cejaría en su misión. Y al final vencería.
     Finalmente, inconsciente de lo que pasaba, fui llevado a la superficie del último planeta por el Emisario. En la superficie ya completamente  a solas, empecé a pensar y a vivir. No volvería a tomar contacto directo con ese Emisario ni con nadie más.
     Así del fondo del planeta me sacó un día el Emisario y a él me regresará el día de mi muerte, allí devolveré al Thecnetos mi sensación de que el tiempo pasa. 

No hay comentarios: