jueves, 5 de abril de 2012

5 SOBRE M: TITANOMAQUIA




Muy, muy lejos de ahí…

     Pocos eventos tienen tal grado de brutalidad que las guerras entre  meta-corporaciones y el botín por el que se matan y devoran unas a otras, es el más mísero por el que se haya peleado una guerra antes: el polvo, los inertes restos de la materia, o uno que otro fragmento de planeta. Se explota en ellos las últimas moléculas con energía aprovechable, últimas y escasas fuentes de anti-entropía, en un cada vez más entrópico cosmos.
Es que nada vale más que el orden en un universo de caos, pues el desorden es muerte y el orden vida. La anti-entropía es el combustible último y para apropiarse de ella ningún acto de crueldad es demasiado.

     En esta ocasión la meta-corporación local se apresura a invadir y acabar a su  vecina, hace pocos días su aliada.
     La meta-corporación atacada se asentaba en un cúmulo de astros opacos, en un conglomerado negro de pedazos de lo que una vez fue una galaxia y ahora eran sólo fragmentos helados y carcomidos,  poblados de una raquítica civilización humana.
     Unos segundos antes del ataque con el micro-big-bang, un helado y calmado panorama, en el que se mezclan esos escombros, como una polvareda sutil, mezclándose sobre sí misma. De repente, las armas meta-dimensionales de la meta-corporación atacante iniciaron su ofensiva.

     Se abrió un punto de singularidad en medio del espacio; con previsión, hordas de gigantes guerreros habían sembrado este punto de inestabilidad espacio-temporal por entre aquel cúmulo galáctico. Ahora este se abría entre los planetas, quebrando violentamente el equilibrio gravitatorio de esos mundos, torciendo el tiempo hasta romperlo y dispersarlo, y con él, las miles de poblaciones. La meta-corporación atacada se percató inmediatamente del ataque, pero su respuesta fue demasiado tardía, aun así, inició un desordenado contraataque desde  sus miles de planetas y astros artificiales. Rompieron las alarmas y se lanzaron a la defensa millones de tropas y naves, mientras el espacio mismo se partía a su alrededor. Después de unos mili-segundos de iniciado el ataque, el punto de singularidad curvó el espacio-tiempo de forma tan grave que creó zonas en las que la temperatura aumentó miles de millones de grados. Temperaturas casi imposibles que produjeron una altísima densidad, semejante a la del parto inicial del cosmos. Un microscópico big bang se encendía.

     En ese punto se inició entonces  una impresionante y brutal expansión, destrozando todo lo que gobernaba la meta-corporación atacada. Las fracturas fueron tan salvajes que los electrones fueron arrancados de los átomos y después estos se despedazaron en partículas todavía más elementales y simples.
     Un segundo estallido despedazó esas partículas elementales en otros componentes aún más esenciales, perdiendo en su fragmentación cualquier propiedad conocida del ser. Sus fragmentos eran tan nimios y raros, que no poseían extensión, forma ni duración.
     Tres milisegundos después, los átomos se recompusieron y las fuerzas de la meta-corporación atacante avanzaron a ocupar el cúmulo ya despedazado.

     Pero era tan grande aquel cúmulo de restos galácticos, que en sus extremos algunas fuerzas de la  meta-corporación vecina lograron sobrevivir y empezaron a viajar violentamente a defenderse. Pero el espacio, como en un remolino desordenado, seguía aún curvándose torvamente, despedazando esas fuerzas de defensa, desparramándolas no sólo a distintos puntos del espacio, sino del tiempo.

     El estado de la materia ya era estable y aparecieron numerosos contingentes de tumultuosos guerreros de la metacorporación atacante. Uno de entre esos millones de férreos y anónimos asesinos era M, gigantesco, mortal, pero a la vez inocente. Desmesurado, recio, pero prístino. Su labor, como la de los demás, era destruir por medios más convencionales lo que hubiese sobrevivido al ataque meta-dimensional, pero además M tenía un encargo secundario: recuperar los archivos científicos de ciertos centros. Ayazx, un formidable e impetuoso guerrero, lo apoyaría en esa búsqueda.
     M, Ayazx, Fratedes (un viejo guerrero tuerto), Wille (que era el más pequeño de todos), el triste Gerontes y hordas de otros miles de gigantes se repartieron los mundos sobrevivientes. A esos vértigos se arrojaron sin titubear, pareciendo no solo odiar la vida que en ella aún había, sino depreciar las suyas propias. Inyectados de frenesí violento, eran ciegos a la muerte que llevaban y a las que les traían. Pronto cientos de contingentes y naves chocaron entre sí, y así se despedazaron las fuerzas de las dos meta-corporaciones, reventándose y fulminándose casi en su totalidad. Esto no preocupó a la meta-corporación atacante, incluso los cadáveres de sus propios gigantes serían útiles como anti-entropía después, por lo que no se escatimaron vidas y la muerte del 98% de sus guerreros no fue considerada una pérdida significativa, valían casi lo mismo vivos o muertos.
     Cuando la superioridad numérica y técnica de la meta-corporación local logró ganar la batalla, M, Ayazx, Fratedes, y otros miles de  guerreros descendieron como leones a los pocos planetas o estaciones aún ocupados, a terminar con técnicas primitivas y pacientes lo que se inició con las técnicas más modernas de muerte. La más antigua forma de asesinato, el enfrentamiento cuerpo a cuerpo, persona contra persona, empezó.

     Esto duró varios días de frenesí sangriento. Bajo los toscos músculos de los guerreros, resbaló la sangre de los hombres de la meta-corporación derrotada y un linaje humano más, desapareció del cosmos para poder dar vida a otro. La muerte fue, como siempre ha sido,  el alimento de la vida.
Finalmente bajo los poderosos brazos del descomunal e indolente Ayazx murió el último ciudadano de la meta-corporación vencida.
     El cuerpo de M quedo también rojo de sangre, entonces los dos guerreros se separan del grupo central. Los ojos de Ayazx, desorbitados de euforia, buscaban, junto a los agazapados y serenos de M,  en los ahora vacíos recintos científicos. Buscaban los archivos de una nebulosa investigación.

     Después de buscar inútilmente en las instalaciones superiores, se internaron por un angosto corredor que bajaba en un aguzado declive. Cubierto por miles y miles de toneladas de construcciones derrumbadas, hallaron un laboratorio de pruebas para una bomba meta-dimensional, la meta-corporación vencida había estado a pocos días de lograr hacer una y destruirlos a ellos, fabricando sus propios nano-big-bangs, quizás otras lo estaban ahora, había un monstruoso complejo de líneas de montaje colmado de un hedor ácido.
     Ese humor de muerte emanaba de miles de cadáveres de gigantes, esclavos prisioneros, seres humanos capturados de diversas meta-corporaciones, una buena parte de ellos de la meta-corporación a la que pertenecían Ayazx y M.
     Habían sido explotados por años en esas instalaciones y asesinados en el mismo instante en que fue atacada la meta-corporación vencida, en los patéticos cuerpos de los cadáveres se veían las huellas de la minuciosa violencia, tortura, hambre, que habían vivido sin pausa, en aquel infernal y sórdido hueco. La belleza natural de los guerreros, hombres corpulentos y grandes, se encogía y arrugaba en los cuerpos ruinosos de esos cadáveres, dimensiones de las que solo hablaban los huesos aún pesados y macizos, que se notaban bajo las azuladas y pobres carnes. M y Ayazx  avanzaron pegados uno al otro entre ese horror sin perder ni mínimamente su serenidad. M, aunque joven, era incapaz de temer o perder su calma aún en las más horribles circunstancias y jamás había perdido la serenidad o el control. Ayazx era feliz en la violencia, se abría camino pateando a los tristes muertos y se alegraba en él, una maldad de ver su miseria.
     Por fin, en el laboratorio más profundo de armas meta-dimensionales, hallaron los archivos de trabajo buscados entre científicos muertos. Un informe sobre animales meta-dimensionales que les encomendaron buscar.
     Lejos de ellos y  aprovechando los rasgamientos del espacio y el tiempo, grandes cuerpos artificiales  de la meta-corporación vencedora, cargados de equipos de colonización y de científicos, se instalaron en el clúster de restos galácticos. La explotación de esta región debía empezar de inmediato.

     Con los años esta nueva colonia  maduraría y quedaría borrada toda memoria de lo que fue la vida y esperanzas de las millones de consciencias que poblaron la meta-corporación derrotada. Nadie los recordaría en los años que siguieron.

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