viernes, 4 de febrero de 2022

30 AYAZX ENFERMA

 


En otra hora y otro paisaje de la realidad…

 – ¡Estamos condenados a muerte! —estalló Ayazx exclamando horripilantes insultos, luego miró a M con una minúscula preocupación— tú también has sido reclutado para ese viaje al otro universo y es sólo una pantomima, un sacrificio para calmar a los que quedarán vivos —dijo Ayazx, acercándose a M y rosando con un dedo su ropa.

–Oí rumores de eso —respondió contrariado y escéptico M—, pero ¿Por qué nos escogieron precisamente a nosotros?

– ¡Sé quién decidió nuestra suerte! —Agregó Ayazx iracundo— ¿Recuerdas esos dos técnicos? el más joven de ellos, fue el que ideó esa simulación de viaje al otro universo. Debemos terminarlo, ¡esta misma noche!

M quedo atónito recordando a su Erastés a quien aún no conocía bien.

Ayazx vio la decepción en las líneas que componían el escultórico rostro de M confundido de verlo conmovido por su verdugo.

–Yo presencié con Fratedes su conversación con el viejo Thaumasios.

–No tengo otra salida —dijo M apesadumbrado por la noticia, entendiendo su condena a muerte, sus reflejos militares le ordenaron planear la muerte de L. Mientras Ayazx se acercó más a él, como queriendo protegerlo con su grueso y macizo cuerpo de la delgada y tenue muerte.

–Ya sabes cuál es la salida más simple —dijo cálido Ayazx tan cerca de M que sus alientos mesclaron sus tibiezas — Mátalo o déjame hacerlo a mí. Se rumorea que te visita en las madrugadas, nadie notará su desaparición tan lejos en las construcciones militares. Muchos saben que el éxito del experimento depende en realidad solo de él, aunque parezca obra de ese viejo Hekantokeinos. Sin el creador del experimento no podrán seguir la construcción del Mekhanes meta-dimensional y salvaremos nuestras vidas.

Y ahí se apretó con una suerte de anhelo o desesperación carnal a M.

M pensó en L y sintió el desprecio e indiferencia que este sentía por él. En sus grandes ojos, ahora rojos, se preparó a brotar una caliente lágrima, pero la austeridad de M la reprimió. Sin embargo, su boca dibujó un enternecedor gesto de amargura.

Ayazx avanzó el último milímetro que lo separaba del calor de M y en él se sintió rendido, uno y completo brevemente. Su cuerpo sobrecargado de viril masculinidad exhalaba una cargada radiación humoral. Sólo en el momento que sintió esa tibieza, Ayazx fue consciente de que sentía esa necesidad desesperad que nunca había sentido, ¿acaso era eso que todos llamaban enfermedad atávica? El terror se mezcló con el amor en Ayazx, dos sentimientos que jamás había sentido por nadie. Pero justo en el momento de satisfacer su anhelo un automático retroceso corporal de M, lo dejo de nuevo desnudo y solo. Vacío de M.

Ayazx entendió el rechazo de M y su propio sentimiento por él en el mismo instante. 

M lo miró entendiendo cabalmente, pero no pudo pensar en Ayazx, tan sólo en L.

Ayazx, perplejo, miró con una ira profunda a M y esquivando un primer deseo de golpearlo salió del locus, se perdió en el enredo de las plataformas toda aquella noche para terminar de entender aquel mal por primera vez en él.

Sobre las oscuras crueldades y sórdida inhumanidad que esa noche ejerció con las víctimas que halló en su camino y con su emocionalmente despedazado erómenos, Gerontes, es mejor callar.

 

M esperó a L que vendría como todas las madrugadas. Lo esperó con un plan terrible lleno de dolor e ira. Su profunda tristeza después se secó en una asesina cólera.

Para vivir, debía matarlo. Sus dormidos reflejos felinos despertaron.

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