Un trillón de trillones de años después…
Para
cuando esto pasó, ya hacía mucho tiempo que se había disuelto en la nada el
viejo planeta Tierra, lugar desde el cual surgió la primera molécula germinal
de la que todos descendemos. La descendencia multiforme de esta molécula
invadiría pronto todo el cosmos. También hace mucho que se había esfumado la
Vía Láctea; de ella sólo quedaron registros de que una vez existió y de que fue
lentamente carcomida por agujeros negros. Después de su muerte ya no surgieron
nuevas generaciones de estrellas, galaxias negras formaron un universo de
elementos pesados y fríos, de una química distinta, que sustituyó la que
conocieron los primeros hombres.
En
estas nuevas químicas evolucionaron nuevos animales orgánicos y también nuevos
animales artificiales.
Los millones de especies del planeta original
evolucionaron en billones de diversas formas en el cosmos, tan diversas y
distintas entre sí, que nadie podría luego notar, su origen común.
La humanidad fue poblando
todos los planetas habitables, matando las múltiples civilizaciones que
encontró. Esa época de invasión y asentamiento duró un tiempo muy grande. En
ese viaje de invasión la vida terrestre halló otras versiones de la molécula
germinal, no sólo con otros códigos genéticos y claves químicas, sino
conformadas por otra lógica y estructura vital. Pero en ellas aún la perversa y
universal característica de la vida: una sustancia haciendo copias de sí misma
y acumulando perfección. Pero al encontrarse se inició una competencia entre
ellas: antiquísimos linajes de estas moléculas se enfrentaron, no individuos
contra individuos, ni especies contra especies, sino versiones de la vida entre
sí.
La
raza humana, dio origen a una multitud incontable de razas en el universo,
muchas de las cuales decidieron sustituir sus cuerpos por los de máquinas
inmortales. Luego, en las siguientes generaciones, empezaron a añadirse más y
más rasgos superiores de los autómatas, hasta el punto en que ya no se
distinguieron de ellos. Surgieron luego razas híbridas e incluso hubo mundos
poblados sólo por máquinas. Fueron épocas en que era imposible distinguir un
humano promedio de un robot promedio.
Esas especies se
enfrentaron también. Algunas cambiaron artificialmente su composición celular
con organelas artificiales inyectadas en sí mismas por voluntad propia o contra
ella, haciéndolos capaces de poderes inéditos.
Así, comenzaron a entrar en melancólica
extinción sus ancestros, los primitivos seres humanos del extinto planeta
Tierra, condenados a vivir en las regiones olvidadas del cosmos. Y luego sólo
existieron como material didáctico o para investigaciones cosmo-paleontológicas.
Y así,
con la vejez del cosmos, millones de años después se apagó la luz de la última
estrella y el universo quedó completamente a oscuras. Empezaron también a
desaparecer los planetas naturales.
El
Emisario tomó otra pausa en su relato, parecía oprimirse emocionalmente al
contarlo. Luego prosiguió:
—Mientras estas batallas
se entablaban, la vida mostraba sus extrañas formas en las galaxias. Luego,
miles de generaciones después, la tecnología pudo construir los primeros artefactos
penta-dimensionales, hechos no sólo de materia y de tiempo sino con una
dimensión más; eran artefactos invisibles. Luego vinieron nuevas generaciones
de artefactos, con más dimensiones cada vez y con poderes asombrosos. Surgieron
de ellos increíbles usos. Los primeros aprovechados siempre en las guerras
entre civilizaciones que fueron reduciendo el número de competidores en el
certamen por la ocupación del cosmos.
Luego
a los artefactos artificiales se les añadieron capacidades cognitivas y se les
denominó animales meta-dimensionales; eran vida artificial invisible. Solo su
sombra tetra-dimensional era visible, su intersección geométrica con nuestro
mundo. Era casi imposible distinguirlos de los dioses, si no fuera por los
ingenieros que los comprendían y manipulaban, muchos de los cuales también eran
artificiales…
No hay comentarios:
Publicar un comentario