sábado, 27 de marzo de 2021

8 DIÁSPORA CÓSMICA

 

En otro lugar del tiempo…

–En unos minutos llegarán los guerreros de la última conquista, una pareja de eromenois, M y Ayazx, fueron los encargados de buscar los datos y los traerán —dijo a L Ahelios, ya maduro y enjuto. Las ojeras de Ahelios mostraban que había sido trabajado por años por un antiguo mal, era afectado desde su juventud por una rara forma de la enfermedad atávica[1].

–Quizás podré comprobar mi predicción sobre los animales meta-dimensionales[2] —dijo discretamente L, soñando precariamente con tener la razón—. Podré verificar mi suposición y… un nuevo modo de pensar la materia —concluyó entonando esta última frase solo a medias—… Y este nefasto universo por fin acabará.

Ahelios lo miró adivinando sus tristes esperanzas.

–No esperes mucho, simplemente los reubicaremos y continuaremos el registro —le dijo paternalmente. Miraba a su joven pupilo con cierta conmiseración, ésta provenía de verlo cada día más y más extraviado en ese errado laberinto teórico que construía y en su indiferencia a la vida, propia o ajena.

L calló, levemente ofendido por su superior, que era condescendiente pero incrédulo de sus ideas.

–También quisiera que algo extraordinario ocurra, esta labor ha consumido nuestra juventud, y es de tal esterilidad que aburrirá nuestra vejez, comprendo tus esperanzas —dijo Ahelios comprensivo e íntimo—con el tiempo aprenderás a dejar de soñar con otro universo que no sea este. Es por esto que es tan popular en esos días la vida virtual. Esta tecnología ha evolucionado para darle a la gente lo que tiene prohibido tener: una vida de verdad.

 

–Pero… ¿Qué pasaría si tampoco hubiese datos de su existencia en las investigaciones de la meta-corporación conquistada? —preguntó dudando de sus propias hipótesis L.

–Deberíamos examinar si hay error en los equipos de monitoreo alienígenas —contestó escéptico Ahelios que conocía muy bien los procedimientos, repetidos por ellos tantas veces.

–Según todos los informes éstos están en perfectas condiciones —agregó L volviendo tímidamente a creer en sí mismo—, yo sé que ya no existen los animales meta-dimensionales. Y acaso eso determine un próximo suceso en eso que llamamos vida y que tanto afana a todos.

 

Ahelios miró como reprobando en su aprendiz ese desdén que tenía por la existencia. 

 

–Es imposible que ya no existan, ¿Por qué desaparecerían? —dijo Ahelios algo cansado y dando por finalizada la conversación con un sutil gesto de fastidio.

–La pareja de guerreros, está esperando afuera para entregar el material solicitado —dijo una perfectamente voz humana, era la androide Nimis, de aspecto anguloso y mirada intensa. Nadie sospecharía al ver su perfecta imitación de la apariencia humana que no era una persona como los demás y que en lugar de alma tenía un hueco.

–Ordéneles pasar —dijo Ahelios recogido a sus responsabilidades de científico. Nimis escoltó a los férreos gigantes.

     Las figuras grandes y bellamente dibujadas de los dos guerreros aparecieron entre los equipos de sofisticada ciencia. M, fuerte y sereno, con un brillo de pureza en los ojos, Ayazx arrogante y orgulloso de su estatura y belleza. Sus carnes sanas e hinchadas de músculos emanaban una sensualidad y belleza que contrastaba con la aséptica y triste tecnología del locus y con sus grises funcionarios, era como si la misma naturaleza entrara ostentando toda su terrible hermosura y se mostrara arrogante frente a la pobre fealdad de lo artificial.

La conversación se inició.

–Infórmenos de sus hallazgos, ¿lograron salvar los archivos sobre animales meta-dimensionales? —pregunto L al masivo M como si se dirigiera a una cosa y agrego bajando la voz—, quizás un viejo universo teórico muera con los resultados de su hallazgo y otro más simple y verdadero se muestre…las causas son siempre simples y pocas; y los efectos numerosos y complejos —agregó como queriendo compartir con ese desconocido, su esperanza de descubrir un nuevo mundo.

–Sí —dijo con una profunda y cálida voz M, que no entendió qué quería decir L pero que se inquietó por él—. Están completamente íntegros.

– ¿Qué encontró? ¿Los revisó? —preguntó metódico Ahelios.

M, parecía no haberlo escuchado, miraba a L por primera vez y su curiosidad se desviaba a sus interiores y a sus raras palabras, casi imperceptiblemente, unos pasos más allá de lo que era normal. Su amplio pecho empezó a respirar algo más rápido y fuerte.

Nadie, ni él mismo, lo notó.

     L también sintió una vana sensación que no pudo identificar mientras su respiración se inquietaba. Algo activó un mecanismo que esperaba invisible en la parte más primitiva de su cerebro. Algo primario y dormido que había germinado para tomar el control de su mente más evolucionada y ahora se asomaba por primera vez. Pero no por última vez. Ahelios interrumpió:

–Háblenos de los resultados.

–Lo que hemos encontrado —dijo monumental y firme M— es que la otra meta-corporación concluyó que no había ya animales meta-dimensionales en todo su universo conocido.

Ahelios quedó estupefacto, esto era incoherente con todo lo conocido…pero no podía negarse a aceptarlo, miró asombrado a su pupilo L que lo había previsto. Éste sintió una cierta felicidad intelectual de acertar, pero luego un sordo pesar lo invadió. Era el primer ser humano en enterarse del fin.

– ¿Dónde están los datos? —preguntó Ahelios aún asombrado.

–Los pueden examinar en el corazón del sistema de información. Están ya accedidos a la biblioteca general —respondió M, grande y hermoso como un felino.

L y Ahelios se abalanzaron a decodificar los datos y los revisaron mudos mientras los dos gigantes esperaban. Para Ahelios se trataba de un fenómeno imposible que rompía con diversos principios teóricos, para L la confirmación de una antigua sospecha que llevaba años meditando y que ahora le asombraba. La evidencia de que la estructura del cosmos había guardado aún un secreto sobre sí mismo. Ese día se develaba, y con él, una terrible noticia para todos, el fin del universo estaba cerca, excepto para él, a quien le eran indiferentes las consideraciones prácticas de sus ideas. Aunque las de esta fueran terribles.

Ayazx se impacientó pronto despreciando las labores sin emoción y monótonas de los dos técnicos. Aburrido hizo un gesto obsceno con su desmesurado cuerpo. Algo en su mirada asustaba y ofendía a los demás, Ahelios sintió como si esa mirada cínica le dijese sin palabras que en contraste con la del vigoroso gigante, su vida fuese ridícula y pobre.

Pero disciplinadamente los guerreros esperaron las órdenes de retirarse. Sus monumentales cuerpos, como dos composiciones magistrales, hechas de volúmenes y líneas perfectas, resaltaban en el desorden y fealdad de los enclenques laboratorios. 

Minuto a minuto y lectura tras lectura lo volvían a comprobar. No había animales meta-dimensionales para la otra meta-corporación tampoco y por lo tanto tampoco no había futuro.

Ahelios le dijo a su pupilo L:

–Puedes despedir a los guerreros. Supongo tendrán más gente que matar. —A raíz de esa orden se encendió en L una minúscula desesperanza.

L se dirigió a M y al verlo nítidamente a los ojos (que se inclinaban tiernamente como soñando) olvidó lo que tenía que decirle. Después de perderse y encontrarse en ese abismo que es la mirada mutua dijo:

–Ya no es necesaria más su presencia, les agradecemos su esfuerzo y meticulosidad. —Y al terminar de decirlo, sintió arrepentimiento de provocar con esas metódicas palabras, que ese desconocido desapareciera para siempre. 

Ayazx sintió alivio y premura por irse, mientras M sintió un leve e inexplicable freno. Pero disciplinado, se alejó. Antes de desaparecer un movimiento torpe de su mano rozó a L.

A L le costó ver que se iba. Le abochornó esa emoción irracional en él. Era un desconocido y no necesitaba volver a verlo. No era más que un organismo de limitada consciencia, una simbiosis de reacciones químicas con un fin banal. Un efecto caprichoso de la evolución y la inercia de la naturaleza. De la ciega e irracional vida…

Pero en las siguientes conversaciones con Ahelios, la piel limpia del soberbio guerrero interrumpió vergonzosamente los raciocinios y consideraciones abstractas, que ambos tejían sobre los animales meta-dimensionales.

–Te alegrará confirmar tu hipótesis —dijo Ahelios—, quizás sea sólo una coincidencia, una falsa alarma, pero te felicito.

–No. Al contrario, me entristece, aunque no entiendo por qué —dijo L dibujando con su rostro una delicada inquietud y pena—. Esa desaparición significa algo más. Algo muy grave. 

–No dejemos volar la mente más, pluralitas non est ponenda sine necessitate[3], atengámonos a lo que hemos descubierto, —dijo comprensivo y metódico Ahelios a su subordinado.

–Deben informar al Thaumasios Herakón, él tendrá una explicación para esto —dijo volviendo de sus pensamientos L.

–Creo que podrás por primera vez hacerlo tú, aprovecharás para explicar tu teoría.

     Luego L se sentó y dejó su mente reposar de cualquier cálculo o consideración. Una marea emocional se alzaba dentro de él, inundando el oscuro paisaje de su corazón.

     Las estructuras del cerebro mecánico de Nimis, tan huecas de vida como las de una cámara de video, registraron y procesaron todo y respondieron a lo observado. Sus sistemas neuronales razonaban, creaban, calculaban y comunicaban, aunque sin ninguna consciencia de lo que veían, Nimis no tenía “yo”. No era un sujeto frente a un objeto, sino un objeto frente a otro objeto. Para un hombre la percepción es sensación y cognición, para ella solo era cognición.

–L no tiene rango para tener una cita con un Thaumasios, usted o yo presentaremos ese informe al Thaumasios Hekantokeinos Herakón —dijo Nimis.

L miro a Ahelios y a Nimis, y sintió ese segundo, que él estaba en un lugar muy remoto al de ellos, en un lugar muy ajeno al mundo concreto y racional, ahí aparecieron unas palabras, un bucle, un tropiezo en su mente lo saco del espacio tiempo, se escribía una carta que no tenía a quien enviar:

 

Tus ojos son severos,

Son una puerta entreabierta que nunca he cruzado

Por temor, quizás...

He dibujado en tantos papelitos tus ojos que….

 

Ahelios —dijo L interrumpiéndose sí mismo—, muchas veces me habló de su enfermedad atávica, yo nunca la he comprendido y en general detesto que la razón sea importunada por sentimientos groseros, pero…—y se detuvo avergonzado.

Ahelios le tomo el hombro como un joven padre.

–Aunque está prohibido, todos enfermamos de ella alguna vez, la mía nunca me deja —dijo Ahelios recordándola y doliéndose al recordarla.

–Explíqueme de nuevo —pidió a su íntimo superior L.

–En mí es una enfermedad sin cura, pero si acaso tú enfermas podré aconsejarte como hallar curación química. La meta-corporación permite la reproducción, pero no el amor, si no neutralizas la enfermedad atávica con fármacos, te permitirán sentirla, pero no expresarla. Solo los guerreros pueden amar y formar pares de eromenois entre ellos, por ser esto útil a sus obligaciones. Pero está absolutamente prohibido entre técnicos y nunca es posible entre castas distintas —dijo Ahelios sospechando algo en su pupilo. 

– Pero ¿cómo reconocer esa enfermedad atávica? —preguntó L a su superior.

– ¿Cómo entenderlo? —Dijo Ahelios—. Es una premura, una urgencia sin objetivo, una ansiedad vacía, una melancolía que dura toda la vida y no se explica, un sabor de que le falta algo al tiempo. El anhelo de una ternura que no está en ningún lado, pero que siempre me hace falta. Eso es en mí la enfermedad atávica— concluyo Ahelios.

     L, lo escuchó y por primera vez lo entendió. Un nítido significado apareció en esas palabras: El amor es un vacío que se quiere llenar. Esa tarde empezó sentir lo que sentía su protector. Algo que no lo dejaría nunca y que reenfocaría cada parte y propósito de su breve vida.





[1] El amor.

[2] Seres de 10 dimensiones, pero invisibles a las 4 dimensiones percibidas por los humanos, sólo de vez en cuando interceptaban nuestro mundo, por fracciones de un instante. Eran los más raros seres vivos de este único y cerrado universo que moriría.

[3]   La pluralidad no se debe postular sin necesidad.

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