Muy, muy lejos de ahí…
Pocos eventos tienen tal grado de brutalidad
que las guerras entre meta-corporaciones
y el botín por el que se matan y devoran unas a otras, es el más mísero por el
que se haya peleado una guerra antes: el polvo, los inertes restos de la
materia, o uno que otro fragmento de planeta. Se explota en ellos las últimas
moléculas con energía aprovechable, últimas y escasas fuentes de anti-entropía,
en un cada vez más entrópico cosmos.
Es que nada vale más que el
orden en un universo de caos, pues el desorden es muerte y el orden vida. La
anti-entropía es el combustible último y para apropiarse de ella ningún acto de
crueldad es demasiado.
En esta ocasión la meta-corporación local
se apresura a invadir y acabar a su
vecina, hace pocos días su aliada.
La meta-corporación atacada se asentaba en
un cúmulo de astros opacos, en un conglomerado negro de pedazos de lo que una
vez fue una galaxia y ahora eran sólo fragmentos helados y carcomidos, poblados de una raquítica civilización
humana.
Unos segundos antes del ataque con el micro-big-bang, un helado y calmado
panorama, en el que se mezclan esos escombros, como una polvareda sutil,
mezclándose sobre sí misma. De repente, las armas meta-dimensionales de la
meta-corporación atacante iniciaron su ofensiva.
Se abrió un punto de singularidad en medio
del espacio; con previsión, hordas de gigantes guerreros habían sembrado este
punto de inestabilidad espacio-temporal por entre aquel cúmulo galáctico. Ahora
este se abría entre los planetas, quebrando violentamente el equilibrio
gravitatorio de esos mundos, torciendo el tiempo hasta romperlo y dispersarlo,
y con él, las miles de poblaciones. La meta-corporación atacada se percató
inmediatamente del ataque, pero su respuesta fue demasiado tardía, aun así,
inició un desordenado contraataque desde
sus miles de planetas y astros artificiales. Rompieron las alarmas y se
lanzaron a la defensa millones de tropas y naves, mientras el espacio mismo se
partía a su alrededor. Después de unos mili-segundos de iniciado el ataque, el
punto de singularidad curvó el espacio-tiempo de forma tan grave que creó zonas
en las que la temperatura aumentó miles de millones de grados. Temperaturas
casi imposibles que produjeron una altísima densidad, semejante a la del parto
inicial del cosmos. Un microscópico big
bang se encendía.
En ese punto se inició entonces una impresionante y brutal expansión,
destrozando todo lo que gobernaba la meta-corporación atacada. Las fracturas
fueron tan salvajes que los electrones fueron arrancados de los átomos y
después estos se despedazaron en partículas todavía más elementales y simples.
Un segundo estallido despedazó esas
partículas elementales en otros componentes aún más esenciales, perdiendo en su
fragmentación cualquier propiedad conocida del ser. Sus fragmentos eran tan
nimios y raros, que no poseían extensión, forma ni duración.
Tres milisegundos después, los átomos se
recompusieron y las fuerzas de la meta-corporación atacante avanzaron a ocupar
el cúmulo ya despedazado.
Pero era tan grande aquel cúmulo de restos
galácticos, que en sus extremos algunas fuerzas de la meta-corporación vecina lograron sobrevivir y
empezaron a viajar violentamente a defenderse. Pero el espacio, como en un
remolino desordenado, seguía aún curvándose torvamente, despedazando esas
fuerzas de defensa, desparramándolas no sólo a distintos puntos del espacio,
sino del tiempo.
El estado de la materia ya era estable y
aparecieron numerosos contingentes de tumultuosos guerreros de la
metacorporación atacante. Uno de entre esos millones de férreos y anónimos
asesinos era M, gigantesco, mortal, pero a la vez inocente. Desmesurado, recio,
pero prístino. Su labor, como la de los demás, era destruir por medios más
convencionales lo que hubiese sobrevivido al ataque meta-dimensional, pero
además M tenía un encargo secundario: recuperar los archivos científicos de
ciertos centros. Ayazx, un formidable e impetuoso guerrero, lo apoyaría
en esa búsqueda.
M, Ayazx,
Fratedes (un viejo guerrero tuerto), Wille (que era el más pequeño de todos), el triste Gerontes y hordas de otros miles de
gigantes se repartieron los mundos sobrevivientes. A esos vértigos se arrojaron
sin titubear, pareciendo no solo odiar la vida que en ella aún había, sino
depreciar las suyas propias. Inyectados de frenesí violento, eran ciegos a la
muerte que llevaban y a las que les traían. Pronto cientos de contingentes y
naves chocaron entre sí, y así se despedazaron las fuerzas de las dos
meta-corporaciones, reventándose y fulminándose casi en su totalidad. Esto no
preocupó a la meta-corporación atacante, incluso los cadáveres de sus propios
gigantes serían útiles como anti-entropía después, por lo que no se escatimaron
vidas y la muerte del 98% de sus guerreros no fue considerada una pérdida
significativa, valían casi lo mismo vivos o muertos.
Cuando la superioridad numérica y técnica
de la meta-corporación local logró ganar la batalla, M, Ayazx, Fratedes,
y otros miles de guerreros descendieron
como leones a los pocos planetas o estaciones aún ocupados, a terminar con
técnicas primitivas y pacientes lo que se inició con las técnicas más modernas
de muerte. La más antigua forma de asesinato, el enfrentamiento cuerpo a
cuerpo, persona contra persona, empezó.
Esto duró varios días de frenesí
sangriento. Bajo los toscos músculos de los guerreros, resbaló la sangre de los
hombres de la meta-corporación derrotada y un linaje humano más, desapareció
del cosmos para poder dar vida a otro. La muerte fue, como siempre ha
sido, el alimento de la vida.
Finalmente bajo
los poderosos brazos del descomunal e indolente Ayazx murió el último
ciudadano de la meta-corporación vencida.
El cuerpo de M quedo también rojo de
sangre, entonces los dos guerreros se separan del grupo central. Los ojos de Ayazx,
desorbitados de euforia, buscaban, junto a los agazapados y serenos de M, en los ahora vacíos recintos científicos.
Buscaban los archivos de una nebulosa investigación.
Después de buscar inútilmente en las
instalaciones superiores, se internaron por un angosto corredor que bajaba en
un aguzado declive. Cubierto por miles y miles de toneladas de construcciones
derrumbadas, hallaron un laboratorio de pruebas para una bomba
meta-dimensional, la meta-corporación vencida había estado a pocos días de
lograr hacer una y destruirlos a ellos, fabricando sus propios nano-big-bangs, quizás otras lo estaban
ahora, había un monstruoso complejo de líneas de montaje colmado de un hedor
ácido.
Ese humor de muerte emanaba de miles de
cadáveres de gigantes, esclavos prisioneros, seres humanos capturados de
diversas meta-corporaciones, una buena parte de ellos de la meta-corporación a
la que pertenecían Ayazx y M.
Habían sido explotados por años en esas
instalaciones y asesinados en el mismo instante en que fue atacada la meta-corporación
vencida, en los patéticos cuerpos de los cadáveres se veían las huellas de la
minuciosa violencia, tortura, hambre, que habían vivido sin pausa, en aquel
infernal y sórdido hueco. La belleza natural de los guerreros, hombres
corpulentos y grandes, se encogía y arrugaba en los cuerpos ruinosos de esos
cadáveres, dimensiones de las que solo hablaban los huesos aún pesados y
macizos, que se notaban bajo las azuladas y pobres carnes. M y Ayazx avanzaron pegados uno al otro entre ese horror
sin perder ni mínimamente su serenidad. M, aunque joven, era incapaz de temer o
perder su calma aún en las más horribles circunstancias y jamás había perdido
la serenidad o el control. Ayazx era
feliz en la violencia, se abría camino pateando a los tristes muertos y se
alegraba en él, una maldad de ver su miseria.
Por fin, en el laboratorio más profundo de
armas meta-dimensionales, hallaron los archivos de trabajo buscados entre
científicos muertos. Un informe sobre animales meta-dimensionales que les encomendaron
buscar.
Lejos de ellos y aprovechando los rasgamientos del espacio y
el tiempo, grandes cuerpos artificiales
de la meta-corporación vencedora, cargados de equipos de colonización y
de científicos, se instalaron en el clúster de restos galácticos. La
explotación de esta región debía empezar de inmediato.
Con los años esta nueva colonia maduraría y quedaría borrada toda memoria de
lo que fue la vida y esperanzas de las millones de consciencias que poblaron la
meta-corporación derrotada. Nadie los recordaría en los años que siguieron.
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