En otro muerto rincón
del Ouranos…
Fratedes
peleaba reciamente, como siempre junto al pequeño y valiente Wille, hasta que una turba de theknos
acéfalos los separó.
M, en esos
momentos, corría junto al bello Andros, al furioso Ayazx y a un
continente de cientos de guerreros, despedazando y haciéndose despedazar por
los acéfalos sintéticos. Su meta eran unos hangares para iniciar la lucha aérea.
Al llegar abordaron por pares de eromenois
como es lo usual, Andros y su
erómenos, Ayazx logró satisfecho abordar con M, pero
éste vio algo entre los cuerpos que combatían, era L que había tropezado con
los demás gigantes en el hangar y luchaba desde el suelo, cubierto por Fratedes. Ayazx febril, vio que M abandonaba la nave. Entre los quiebros y
terremotos del combate, milagrosamente
los dos eromenois se hallaron, Fratedes
los llevó a otra nave vacía que juntos abordaron.
–La meta-corporación dio la consigna que ataquemos las
naves que rodean Plouton —dijo M rodeado de las instalaciones que caía
en pedazos, ya encendido de viril violencia.
–Desobedezcamos. Es nuestra oportunidad de ser libres de la
meta-corporación —dijo frío L.
– ¿Qué propones? —preguntó M que ya estaba en pleno arrebato
bélico.
–Huyamos fuera de la batalla —dijo calmo y convencido L.
– ¿Sugieres que vayamos al Mekhanes? Solo te
dejarían entrar a ti —contestó M.
–Tampoco debemos ir ahí —dijo L decidido y final.
–No hay otro destino —respondió M desde su maciza
contextura.
–Lo que propongo es que partamos en otra dirección.
Cualquier dirección —agregó L.
–Moriríamos sin provisiones en unas semanas —respondió M.
–
¿Y en cuánto tiempo morirías si prosigue el experimento de viaje fuera del
cosmos o si nos matan en esta guerra? Es obvio que la otra meta-corporación
ganará y todos seremos eliminados, usados como esclavos o combustible. Huyamos
y conservemos nuestras vidas siquiera unos días. La otra meta-corporación está
venciendo — dijo L.
M reflexionó mudamente e hizo entrar a L en la nave.
Después dijo pensando en voz alta.
–Unas semanas de libertad, de vida propia…
–Aún en caso de ganar, la meta-corporación nos ofrece la
muerte para ti y la esclavitud para mí, quizás por cientos de años antes de
dejarnos morir — dijo L.
M pensó en su
próxima muerte en el experimento o en la batalla; le entristeció el sacrificio
de L, pero incapaz de separase de su erastés, aceptó.
Los dos abordaron y se dispusieron a partir.
Pero en eso una
multitud de gigantes acéfalos arremetió contra la estación de despegue. Después,
una tormentosa explosión hizo volcar las naves, que empezaron a ser golpeadas e
incendiadas. La de Ayazx salió disparada, pero entre los fragmentos del
hangar logró remontar vuelo. Antes de alejarse, una palabra pululó y creció con
furia en su mente: ¡muerte! Arrebatado por el frenesí de la guerra siguió
su instinto de matar aquello que lo atacaba, así que disparó todo su armamento contra la nave
abordada por M y L.
La nave de Andros
y su erómenos, pasó velozmente frente
a la de M y recibió el demoledor impacto, por eso chocó y quedó retorcida a las
estructuras del edificio, dejándolos atrapados vivos. La nave de M solo recibió
parte del impacto, pero un trozo ardiente de metal, producto del estallido,
desgarró y se hundió en su brazo izquierdo, pero en el frenesí desesperado de
la guerra, M sintió dolor ni atendió la sangre que lo manchaba. La nave quedó
boca arriba entre los pedazos que quedaron de las demás y los cuerpos de los
frenéticos Theknos acéfalos, pero
prácticamente libre de la descarga de Ayazx.
En medio de ese
desorden, los pilotos vivos despegaron chocando la mayoría entre ellos y
volando en pedazos; sólo unos pocos lograron salir, entre ellos la nave de M y L, que pronto se
dirigió a un destino distinto al del
implacable Ayazx y al de los demás.
Lejos de sus Erastés, el inmaduro Wille peleó denodadamente contra
gigantes mucho más altos que él, los eromenois
siempre peleaban en pares, a solas para el pequeño Wille la pelea era muy difícil y dejaba vulnerable flancos de su
cuerpo compacto y musculoso. En un arrebato de la batalla, una turba corrió
sobre él y fue despedazado en una roja nube de astillas humanas, sus restos,
fueron miles de veces pisoteados hasta borrarse.
Desde arriba M y L vieron la multitud de gigantes acéfalos
que empezaron a rodear las instalaciones despedazadas. Caían miles y miles del
cielo sustituyendo a los muertos. Los guerreros de la meta-corporación se
despedazaban contra ellos entre relámpagos y temblores de los bombardeos. En
unos minutos ya no quedaban humanos vivos sobre Plouton. ¡Cuántos
faltaron por nombrar y merecían no ser nunca olvidados! unos sabios, otros furiosos, o callados, o recios, generosos, fieles, tantos otros pares
de diferentes eromenois que nunca se habían separado, ahora se dividían
y desaparecían para siempre. En medio de los demás muertos, el último de los
hermosos y macizos gigantes humanos se fundió con la negritud de la nada. Los
que ayer hablaban de la imposible muerte ya no eran, ni serían más.
M y L se
dirigieron en una dirección diferente,
alejándose de la batalla que iba desmenuzando el planeta y del Mekhanes
meta-dimensional que los había esclavizado.
En medio de un espacio incendiado, su nave fue saliendo, mientras
miles de otras caían.
Sólo una nave no
partía, la del maduro Fratedes, que esperaba inútilmente a su erómenos; pronto entendió que nada
podría sobrevivir a esa marejada de muerte, con una viril conmoción lloró y fue
el último en despegar.
Era como si los
gigantes acéfalos fueran un fuego que quemaba y volvía cenizas su
meta-corporación natal. Torvos artefactos empezaron a despedazar todo lo que
quedaba. La meta-corporación, agonizante en sus últimos segundos de vida, tomó
una decisión suicida: hacer explotar su última bomba meta-dimensional.
Apuntaron con ellas el centro relativamente cercano de la otra
meta-corporación. Antes produjo un hueco trans-dimensional para refugiar el Mekhanes satélite, que ahora viajaba
veloz, a los límites del sistema planetario.
Una lluvia de
golpes atacó la nave de M y L. Eran los efectos de lejanos quiebros del
espacio-tiempo y tormentosas radiaciones empezaron a rasgar el Aether
que los rodeaba. Increíblemente parecía que la meta-corporación se suicidaba,
dada la relativa cercanía de la meta-corporación atacante.
Los dos
androides-qualia supieron automáticamente el plan de destrucción. Ellos tenían
aún, en sus circuitos, el plan que minutos antes Herakón diseñara para acabar
con la enfermedad atávica. En una alta y despedazada escalera que se alzaba
sobre la ciudad, se acercaron uno al otro. Cogieron sus manos rodeados del fin,
esperando la explosión final que acabaría con las dos meta-corporaciones. Sus
dos sintéticas consciencias se supieron mutuamente y acercaron sus fríos
cuerpos de pobre metal, uno junto al otro. Frente al tormentoso paisaje, como
frente a un maremoto de fuego, las dos consciencias de los androides-qualia
saborearon los últimos segundos en que podían sentir el paso del tiempo.
En los límites
del sistema planetario, en el hueco espacio-temporal del Mekhanes,
indiferente de haberse salvado, Nimis se reunía con los técnicos y demás
empleados. También llegaba una nave con los soldados que sobrevivieron a la
batalla.
Y empezó la
explosión. El microscópico Big Bang
se encendía. Alumbró los varios trozos de galaxias oscuras que flotaban
anónimas en la negritud, nunca antes visibles. Una lluvia de partículas
terriblemente radiactivas inundó el Aether y simultáneamente un bucle
espacio-temporal empezó a abrirse en el lejano fragmento donde se asentaba la
otra meta-corporación.
La intensidad de
la emisión de espacio y de energía despedazó ese clúster de galaxias e hizo
volar en sus partes más elementales los átomos de todo lo que la componía. A lo
lejos, los planetas del sistema volaron en distintas direcciones para no
juntarse nunca más.
También lejos del centro de la explosión M y L en su nave
fueron alcanzados por el estruendo y quedaron inconscientes.
Después de eso,
nuevos átomos se formaron y nuevas partículas se organizaron a formas más
estables, el frío entró al centro caliente de la explosión y otra vez, todo fue
silencio.
En un punto de
la destrucción, el Mekhanes había sobrevivido aunque se habían
estropeado por completo sus sistemas multidimensionales. El viaje
meta-dimensional ahora era imposible. El planeta Ploutón era una masa de
ruinas y cadáveres. Entre ellos los dormidos cadáveres del perfecto Andros y su erómenos, que al verse perdidos
se suicidaron.
La otra meta-corporación había muerto. Reducida a átomos
desordenados y a la deriva. La local agonizaba.
Los gigantes
acéfalos quedaron en Ploutón como inútiles zombis enredados en un caos
que no percibían ni comprendían. Caminaron por él, días y aun algunos que no
fueron destruidos inmediatamente, deambularon por años entre las instalaciones
olvidadas
L y M sobrevivieron
y despertaron a su libertad, una informe libertad total.
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