jueves, 5 de abril de 2012

37 ¿QUÉ ES EL AMOR?


En el remoto Aether…

     El anciano Herakón recibió a la androide Nimis y al técnico Ahelios, responsable ahora del control neurológico de los empleados; la androide le entregó un informe sobre las irregularidades laborales de los técnicos M y L.
Herakón, una vez que se dio cuenta de lo que pasaba, dijo mirando al Mekhanes que giraba inmenso sobre sí mismo:
–La evolución de la molécula germinal le dio forma a todo y le dio formas al sentimiento que esos técnicos empiezan a sentir —dijo, y su voz retumbaba entre los metales de su locus— el amor; esa vieja enfermedad atávica, no es una fuerza ciega, como todos creen,  sino que tiene muy buena vista, los ciegos son los amantes.          Los hombres son títeres del amor y el amor títere de la molécula germinal. Los eromenois aman lo que necesitan, al amar se aman así mismos más que a sus amados, pues el amor es la fuerza más egoísta de todas, el amor los hace escoger y perseguir lo que necesitará su molécula germinal en la siguiente generación; otra molécula germinal que la acompañara en el futuro perfeccionándola, completándola y sirviéndola, por eso solo se ama lo bello, lo fuerte, lo brillante, lo proporcionado y lo saludable y nunca lo pequeño, lo incompleto, lo primitivo o lo enfermo —concluyó mientras la androide lo escuchaba insensible. El amor es un truco de la molécula germinal. Un embuste.

     Solo una vez Herakón sintió algo parecido, sus recuerdos se mezclaron evanescentemente con su presente. Hace casi un par de décadas él era un hombre tan perfecto, que no consideraba a nadie digno de combinar su molécula germinal con la suya. Orgulloso concibió un plan, combinar su ADN con la de él mismo. Así que en un anónimo laboratorio jugó con su propio material genético y ensayó la partenogénesis masculina. Luego de decenas de nacimientos monstruosos. Empezaron a nacer niños relativamente normales de sus máquinas, clones y epi-clones[1], que se fueron acumulando en un secreto laboratorio experimental.
     Un día Herakón, el absoluto, meditó que un hombre superior no debería actuar bajo los mismos impulsos que movían a los hombres primitivos que lo rodeaban, consideró la reproducción la más injustificada de todas las conductas animales. ¿Para qué se multiplica una bacteria, una planta? Para hacer otros organismos que existen también para reproducirse. No quería ser semejante al moho de las paredes, que solo se reproduce para reproducirse. Sin un fin más que ese…
Asesinó a todos los niños esa noche.  

–La molécula germinal de L y de M  hallarían su  perfección con la del otro — continuó una vez desvanecido su recuerdo—. Sus recipientes, los cuerpos de los Eromenois, obedecen esta ciega necesidad. ¡Mas…qué asquerosamente ilógica es la vida humana subordinada a las sin razones de una molécula inerte! ¿Qué es la vida sino un accidente químico? ¡Todos los deseos humanos provienen de ese accidente y por eso son absurdos! Prohibiría la existencia  de los eromenois y su necia búsqueda de más vida si pudiera ¡Prohibiría la vida! —Meditó amargado y oscuro Herakón—. Sin duda la nueva estructura de la meta-corporación debe prohibir el amor.

–Prohibir es temer —susurró imperceptiblemente Ahelios. Y miró mudo y controlado la conversación que iniciaba Herakón y Nimis.
– ¿Qué es el amor? —preguntó Nimis al anciano Thaumasios.
–Es un estado fisiológico —respondió Herakón sin mirarla, respondiéndose a sí mismo—. ¿Habrá observado cambios en la bioquímica del cerebro de esos dos técnicos? ¿Qué dicen sus monitores cerebrales?
Nimis revisó sus archivos en la base de datos de tiempo real de los técnicos.
–Sí —respondió—. Noto una anormal producción de adrenalina y noradrenalina en ellos.
     ¿Qué más?— preguntó Herakón que ya suponía lo que Nimis hallaría.
–Hay un nivel muy elevado de Feniletilamina en ellos, lo que eleva sus sensaciones de regocijo, las zonas de la ínsula media, cíngula anterior, el striatum y el cortex prefrontal del cerebro muestra una marcada actividad también.  ¿Esto es el amor? —preguntó Nimis.
–Sí —respondió Herakón—, eso mismo es. La antigua enfermedad atávica.
– ¿Es un trastorno patológico?—. Preguntó Nimis.
–De alguna forma, sí —respondió Herakón que consideraba la vida misma un trastorno patológico—, es un síndrome que enciende mecanismos para favorecer la unión de eromenois. Una antigua relación entre humanos que no pudieron suprimir las leyes sobre conducta social. Bueno, hasta ahora.
–También noto que —agregó Nimis— la oxitocina se secreta elevadamente cada vez que estos dos técnicos tienen contacto visual. Esto está causando una fuerte dependencia y adicción mutua,  también ha caído la concentración de serotonina creando un síndrome obsesivo compulsivo de uno hacia el otro. No debería ocurrir entre técnicos de castas separadas.
–En unas semanas más, vendrían más cambios —dijo pausado Herakón—. La producción de endorfinas, sellarán definitivamente su unión fisiológica. Pero esos técnicos no podrán llegar a esa fase de adicción atávica.
– ¿Por qué? —pregunto Nimis.
Ahelios escuchó atento y preocupado.
–Terminados los protocolos 5hnn de M, ordenaré a Ahelios la anulación bioquímica del amor entre esos dos, así se prevendrá que su malsana pulsión interfiera más con los trabajos.
–Podríamos empezar ahora mismo —dijo Ahelios—, acabe de una vez con lo que tanto lo ofende. Tengo acceso a las sondas intracerebrales de L y de M, podría ordenarse a las sondas que liberen antagonistas químicos de las hormonas en exceso y produzcan las que están en baja concentración.
–Eso no resolverá de modo permanente el asunto —respondió el Thaumasios Hekantokeinos—. Un modo más directo sería modular los sistemas genéticos que organizan la bioquímica del amor. ¿Está entrenado en la técnica de supresión genética? —Preguntó Herakón a Ahelios—.
–No será difícil estudiar el tema y realizarlo —respondió asombrado Ahelios—. Yo sería el más feliz de terminar con esa enfermedad que también a mí me ataca y que pierde a mi antiguo pupilo.
– ¿Pero Ud. no tiene ni ha tenido nunca Erómenos ni Erastés? —dijo Nimis.
Ahelios sufre una variante rara de la enfermedad atávica —dijo Herakón—, pero se curará pronto. Todos se curarán.
Ud. desearía curarnos de la misma vida que considera una enfermedad —dijo de nuevo Ahelios con una voz tan baja que nadie lo escuchó.
–¿Está enamorado sin ser correspondido? —pregunto Nimis—, entiendo que todos esos cambios fisiológicos buscan la correspondencia y la propiedad sobre el ser amado.
–Estoy enamorado de un concepto imposible. De algo que nunca he visto ni existirá —contesto Ahelios—. Me muerde este amor raro desde mi juventud.
– ¿Cómo puede desear algo de lo que no tiene idea ni ha percibido? —preguntó Nimis.

     Ahelios la miró como a punto de contestarle. Pero el desprecio que sentía por los androides-zombis detuvo sus palabras y las mantuvo en la boca.
–Empezaré el estudio del tema y la técnica estará lista en unas horas. ¿La aplicará en ese momento? —Preguntó Ahelios a Herakón.
–No. Aún no la aplicaremos, aunque vedado, permitiré ese platónico y permanentemente insatisfecho amor. Pero sólo hasta después de los protocolos —dijo Herakón—. Este estado ahora será útil en el desempeño de L, para lograr el éxito de la misión. Mientras más deseos de salvar a su erómenos tenga, mejor trabajará. Y las endorfinas del amor limitarán la angustia de M sobre el experimento y sus riesgos.
–Pero en 48 horas aplicaremos la técnica, reúnase conmigo entonces para discutir su propuesta técnica.
–Ese amor —continuó Herakón—, no está destinado a lograrse; nunca llegarán a esa última unión fisiológica y después ya no habrán más  irregularidades. En ningún lado.
Herakón dejaría vivir a L hasta el viaje trans-universal donde moriría M, antes L se esforzaría en el éxito del experimento para salvar a su erómenos.  Después moriría...todos morirían.

     Nimis y Ahelios se retiraron. Afuera Ayazx esperaba hastiado. Mientras van por los vacíos senderos a sus locus, en la cabeza de Nimis un vacío y en la de Ahelios ese sutil fluir y búsqueda, que es ese amor infinitamente no correspondido en él.
En Ayazx confusión y violencia.



[1] Los genes pueden estar prendidos o apagados. Los clones tienen los mismos genes, pero los epi-clones tienen el mismo encendido o apagado de genes.

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