Al otro extremo de un negro abismo…
–Tiene 4 minutos para hablar con Herakón. Por favor
sea muy preciso —dijo un androide-qualia (autómatas con consciencia) al
técnico L.
L entró al metálico locus del Thaumasios, que
lo espera sentado de espaldas a él en un alto reclinatorio. Atravesado de
cables, le habló desde esta arrogante posición siempre de espaldas.
–Técnico Ahelios hemos recibido su descubrimiento de
la desaparición de los animales meta-dimensionales y un informe de una pequeña
teoría que lo predecía. Es muy inesperado —dijo Herakón desde su superioridad intelectual.
–No soy Ahelios —dijo L inseguro— soy su ayudante L.
Herakón se incomodó terriblemente, este error le
restaría valioso tiempo de trabajo de las urgentes actividades en las que se
extenuaba. Incómodo se dirigió al androide-qualia:
– ¿Por qué estoy hablando con ese subordinado? Retírelo.
–Al parecer él predijo la desaparición de los anímales meta-dimensionales
—dijo el androide-qualia— y tiene una teoría con la que realizó su predicción,
sólo él la puede explicar.
Herakón aún de espaldas y distante a L, quedó callado.
Luego dijo impersonal:
–Explíquese.
–He dejado los pormenores matemáticos de mi predicción al
androide-qualia, para que Ud. los revise —dijo L con cautela—, al parecer la
desaparición de los animales meta-dimensionales significa otra cosa aún más
grave…Aunque en realidad es indiferente —concluyó para sí meditando.
L esperó un comentario o pregunta de Herakón para continuar, pero éste no dijo nada. Luego de un cierto
silencio el androide-qualia le indicó con gestos a L que prosiguiese.
–Según mi teoría el universo está pronto a volverse
inhabitable, la materia desaparecerá, por eso los animales meta-dimensionales
han desaparecido. Nosotros quedaremos atrapados en un
universo mortal.
El androide-qualia escuchó asustado.
Herakón no contestó nada. Y prosiguió inmóvil, sin
voltearse nunca, como si L ya se hubiese retirado, o como si nunca hubiese
estado presente. L agregó con voz muy baja:
–Esta
será la última generación humana que se pueda sostener en el cosmos…
El
androide-qualia indico a L que la reunión había acabado y este se fue ofuscado.
L sintió que había cometido un gran error al molestar al Thaumasios con
una teoría tan extravagante y dudosa. Un incómodo bochorno inundó su ánimo.
Por su lado,
Herakón sintió alivio de la retirada silenciosa de L, había desperdiciado
irremediablemente aquel tiempo con un funcionario con ideas ridículas.
Velozmente empezó revisar la información técnica de la teoría que ya había
ingresado por el cableado que traspasaba sus ojos y su cerebro. No demoraba
nunca más de unos segundos para que Herakón
hallara contradicciones en los trabajos
de los técnicos y los descartara. Pero la teoría que L había dejado
asombrosamente parecía no contener ningún error. Página tras página no habían
contradicciones o suposiciones vacías. Herakón
avanzó hasta las profundidades de aquella rara teoría sin tropezar con ningún
error. Pero lo que más turbó a la lucidez de Herakón fue que tuvo por un
momento que esforzarse para entender un detalle de su estructura teórica. Nunca
en su vida, que había durado varias centurias, había experimentado esa confusión
y jamás había tenido que regresar a leer un párrafo para entender mejor. Debía
haber un error, era imposible que pasase. En su cerebro, hecho solo de serenas
razones, apareció luego de siglos una impertinente emoción: la desazón.
Una vez que terminó
de estudiar el informe, entendió inmediatamente su significado, luego se
reuniría virtualmente con los Zombis Hekantokeinos, últimos responsables
de la meta-corporación.
Por otro lado, los
órganos casi artificiales de Herakón
no dejaron de notar el humor químico que había expelido L en su locus; lo examinó, eran derivados
químicos de feniletilamina y de oxitocina.
No se debían al
nerviosismo típico de los que hablaban con el terrible Thaumasios, Herakón identificó otra cosa prohibida
en el cerebro de aquel técnico además de aquella presuntuosa inteligencia. Algo
que perdería al dueño de esa ominosa inteligencia. Y que vengaría aquel
indebido insulto de lo inferior a lo superior.
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